"...La poesía es el aliento
y el espíritu más delicado de todo saber..."

William Wordsworth

"Danae"

Gustav Klimt


 



En esta página encontrarás un poema por cada autor mencionado en el índice.
A medida que seleccionemos más de un título, los poetas tendrán su propio vínculo.



 

 

 

Índice

A las formas
Germán Pardo García     (Colombia, 1902-1992)

Alba
Jesús García Calero     (España, 1965)
    

Amo a mi amo
Nancy Morejón       (Cuba, 1944)       

Antes
Kydia Mateos       ( Uruguay)

Balada del ausente
Juan Carlos Onetti         (Uruguay, 1909-1994)        

Biografía
Darío Jaramillo        (Colombia, 1947)               

Brindis
Luis Jiménez  Martos     (España, 1926)         

Carta a mí misma
Ana María Iza      ( Ecuador, 1941 )

Crisis
Juan Gustavo Cobo Borda   (Colombia, 1948)

Declaración de principios
Alberto Hidalgo             
(Perú, 1897-1967)

El deseo
Jaime Jaramillo Escobar     (Colombia, 1932)                

El poema del ruiseñor
Ricardo Miró         ( Panamá, 1883 - 1940 )    

El umbral
José María Valverde     ( España, 1926 )

En plena dicha
Carlos Roxlo                 (Uruguay, 1860 - 1926)     

Entresilencios
Pablo Urquiza                  (Argentina)                     

Es un lugar la noche
Liz Durand Goytía      ( México )

Esta canción estaba tirada por el suelo
Franklin Mieses Burgos       (República Dominicana, 1907 - 1976)      

Experiencia
Osvaldo Pol          (Argentina)                

Fugitiva delicia
Manuel Díez Crespo       (España, 1910)

Kind of blues
Sergio Mondragón      (México, 1935)           


La bestia
Alfredo Arvelo Larriva        (Venezuela, 1883 - 1934)       

La doncella raptada
Mauricio Bacarisse                 (España, 1885 - 1931         

La luna, siempre
Ana María Rodas          (Guatemala, 1937 )

La mujer transparente
Aldo Pellegrini         (Argentina, 1903 - 1973)     

La palabra es un jarro de fresas
Agustín Delgado          (México, 1941 )     

Latidos del alba
Roberto José Adames         ( República Dominicana, 1969 )  

Lo que dices de mí
Jesús Aguado           (España, 1961 )              

Los años
Justo Jorge Padrón      ( España,   1942 )

Misterio de la Adelfa
Joaquín Romero Murube          ( España, 1904 - 1969)           

Niña de las historias melancólicas...
Pablo de Rokha         (Chile, 1894 - 1968 )

Nubes doradas
José María Álvarez       (España, 1942 )

Nubes en la noche
José Carlos Cataño         (España, 1954)           

Oda a la goma de mascar
Enrique González Rojo         ( México, 1928 )

Otra vez el amor
Delia Quiñónez de Tock        ( Guatemala, 1946 )

Paisaje
 Amanda Berenguer         (Uruguay, 1923)           


Pandereta
Pedro Mata          (Español,  1811 - 1877)         


Para siempre
Amalia Iglesias           ( España, 1962 )

Perdóname el dolor, a veces
Pilar Pallarés               (España, 1957)          

Piedra en el agua
Víctor Jiménez      (España)            

Poema inmenso
Joaquín Pasos       
( Nicaragua, 1914 - 1947 )

Postales sicalípticas del  XIX
Juan Peña                (España, 1961)                   

Puedo vivir en mí...
Dominga Palacios    (Colombia, 1926 - 199?)              

Quién tira la primera piedra
Clara Silva            
(Uruguay, 1905-1976)            

Repulsa
Luis Aurelio Vergara          (Colombia, 1896 - 1942)

Se fue el amor
Diego Jerez      (España, 1977)

Solo de nostalgia
Francisco Mena                 (España, 1934)

Tango infinito
Salvador Puig                   (Uruguay, 1939)                

Trapo azul
Xosé María Álvarez Cáccamo                (España, 1950)        

Tríptico del olvido
Laureano Albán         ( Costa Rica, 1942 )       

Tu imagen
Antonio Sellén       
(Cuba, 1838 - 1889)          

Vigilia
Giovanni Quessep        (Colombia, 1939)

Yerba mora
José Antonio Dávila   
 (Puerto Rico, 1899-1941)       

Yo digo adentro mío
Jorge Boccanera         ( Argentina, 1952 )      

Yo te beso
Efraín Bartolomé         ( México, 1950 )      

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A las formas

Dejadme conoceros,
formas apenas presentidas por mi espíritu.
Nada sé de vosotras que me habéis escoltado en el mundo.

Desconozco la densidad de la raíz
y la eternidad del ruiseñor.

Ignoro todavía por qué la nube adquiere
estatura de hombre,
o de león que amenaza un valle.
En vosotras hay lenguas que no escucho.
Autónomos colores que no miro.
Sabor alucinante que no gozo
y olor indivisible en las esencias.
Si muriera sin conoceros, volvería
incorporado cual la voz al trueno;
como ansiedad a las centrales sombras
y como llanto a la invasión del agua.
Dejadme conoceros hasta saciar la luz que os viste
con la tez de su roce imaginario;
hasta hallar los espíritus benignos
que habitan en la pulpa del madero;
la lluvia que no baja en los diluvios;
los gérmenes arcanos de la almendra
y el silencio en los labios de los ruidos.
Hasta mirar la vida de la rosa,
desintegrada, altísima y desnuda,
y el iris de las conchas y los peces
brillando independiente de los cuerpos.
Entonces yo podré, como vosotras,
saber que entre mi sangre hay otra sangre;
figuras de mi ser ya separadas;
cristales que me nublan y poderes
de la noche integral que me descubren;
otros sueños yacentes en mis sueños;
orígenes detrás de mis orígenes,
y unas águilas blancas detenidas,
como orquídeas abiertas en mi espacio.

GERMÁN PARDO GARCÍA   (Colombia-1902- 1992)

 

Alba

Sobre la luz adormecida
alrededor de tu balcón
un pájaro cantaba

                                 Todo es de luz
                                 en el amanecer
                                 no hay nada

Desde las ramas de la noche
voló cantando hasta tus manos
y se desvaneció

                                 ¿Adónde irá la luz
                                 si la mañana estalla
                                 en cantos que nos borran
                                 y nunca nos conocen?

JESÚS GARCÍA CALERO         (España, 1965)

 

 

Amo a mi amo

Amo a mi amo,
recojo leña para encender su fuego cotidiano.
Amo sus ojos claros.
Mansa cual un cordero
esparce gotas de miel por sus orejas.
Amo sus manos
que me depositaron sobre un lecho de hierbas:
Mi amo muerde y subyuga.
Me cuenta historias sigilosas mientras
abanico todo su cuerpo cundido de llagas y balazos
de días con sol y guerra de rapiña.
Amo sus pies que piratearon y rodaron
por tierras ajenas.
Los froto con los polvos más finos
que encontré, una mañana,
saliendo de la vega.
Tañó la vihuela y de su garganta salían
coplas sonoras, como nacidas de la garganta de Manrique.
Yo quería haber oído una marímbula sonar.
Amo su boca roja, fina,
desde donde van saliendo palabras
que no alcanzo a descifrar
todavía. Mi lengua para él ya no es la suya.

Y la seda del tiempo hecha trizas.

Oyendo hablar a los viejos guardieros, supe
que mi amor
da latigazos en las calderas del ingenio,
como si fueran un infierno, el de aquel Señor
      Dios
de quien me hablaba sin cesar.

¿Qué me dirá?
¿Por qué vivo en la morada ideal para un murciélago?
¿Por qué le sirvo?
¿Adónde va en su espléndido coche
tirado por caballos más felices que yo?
Mi amor es como la maleza que cubre la dotación,
única posesión inexpugnable mía.

Maldigo

esta bata de muselina que me ha impuesto;
estos encajes vanos que despiadado me endilgó;
estos quehaceres para mí en el atardecer sin
      girasoles;
esta lengua abigarradamente hostil que no mastico;
estos senos de piedra que no pueden siquiera
      amamantarlo;
este vientre rajado por su látigo inmemorial;
este maldito coraz6n.

Amo a mi amo, pero todas las noches,
cuando atravieso la vereda florida hacia el
      cañaveral donde a hurtadillas hemos hecho el
      amor,
me veo cuchillo en mano, desollándolo como una res sin culpa.

Ensordecedores toques de tambor ya no me dejan
oír ni sus quebrantos, ni sus quejas.
Las campanas me llaman...

NANCY MOREJÓN     (Cuba, 1944)

 

 


Antes

Yo creo que te amaba
cuando eras un poeta
y tu aliento prendía
madrelunas de asombro
en mis manos cansadas.
Cuando apenas tenías
junto a la humilde lámpara
noches de vino triste
y romero encendido
para una angustia larga.
Cuando en tu andar soñabas
burdos amaneceres
de zapatos raídos
de muñecas ajenas
de calles enguantadas.
Cuando el viento traía
olor de sombra virgen
a la espiral bohemia
de tu mesa vacía
              callada.
Corrías tras mi sombra
desafiando las lunas
y los amaneceres.
Eras tan sólo un hombre
nostalgioso y amargo.
Apenas un poeta
tibio de noches pobres
con las manos vacías
y el loco corazón
desbordante de versos
engañosos.

Por eso yo te amaba.

KYDIA MATEOS      ( Uruguay )

 

 


Balada del ausente

Entonces no me des un motivo por favor
No le des conciencia a la nostalgia,
La desesperación y el juego.
Pensarte y no verte
Sufrir en ti y no alzar mi grito
Rumiar a solas, gracias a ti, por mi culpa,
En lo único que puede ser
Enteramente pensado
Llamar sin voz porque Dios dispuso
Que si Él tiene compromisos
Si Dios mismo le impide contestar
Con dos dedos el saludo
Cotidiano, nocturno, inevitable
Es necesario aceptar la soledad,
Confortarse hermanado
Con el olor a perro, en esos días húmedos del sur,
En cualquier regreso
En cualquier hora cambiable del crepúsculo
Tu silencio
Y el paso indiferente de Dios que no ve ni saluda
Que no responde al sombrero enlutado
Golpeando las rodillas
Que teme a Dios y se preocupa
Por lo que opine, condene, rezongue, imponga.
No me des conciencia, grito, necesidad ni orden.
Estoy desnudo y lejos, lo que me dejaron
Giro hacia el mundo y su secreto de musgo,
Hacia la claridad dolorosa del mundo,
Desnudo, sólo, desarmado
bamboleo mi cuerpo enmagrecido
Tropiezo y avanzo
Me acerco tal vez a una frontera
A un odio inútil, a su creciente miseria
Y tampoco es consuelo
Esa dulce ilusión de paz y de combate
Porque la lejanía
No es ya, se disuelve en la espera
Graciosa, incomprensible, de ayudarme
A vivir y esperar.
Ningún otro país y para siempre.
Mi pie izquierdo en la barra de bronce
Fundido con ella.
El mozo que comprende, ayuda a esperar, cree lo que ignora.
Se aceptan todas las apuestas:
Eternidad, infierno, aventura, estupidez
Pero soy mayor
Ya ni siquiera creo,
En romper espejos
En la noche
Y lamerme la sangre de los dedos
Como si la hubiera traído desde allí
Como si la salobre mentira se espesara
Como si la sangre, pequeño dolor filoso,
Me aproximara a lo que resta vivo, blando y ágil.
Muerto por la distancia y el tiempo
Y yo la, lo pierdo, doy mi vida,
A cambio de vejeces y ambiciones ajenas
Cada día más antiguas, suciamente deseosas y extrañas.
Volver y no lo haré, dejar y no puedo.
Apoyar el zapato en el barrote de bronce
Y esperar sin prisa su vejez, su ajenidad, su diminuto no ser.
La paz y después, dichosamente, en seguida, nada.
Ahí estaré. El tiempo no tocará mi pelo, no inventará arrugas,
                                                                                    no me inflará las mejillas
Ahí estaré esperando una cita imposible, un encuentro que no se cumplirá.

JUAN CARLOS ONETTI           (Uruguay,  1909-1994)

 

 


Biografía

Rasguños, limaduras de piel,
instantes que permanecen porque dejaron cicatrices,
tal es la vida que puede contarse de aquel hombre.
Él fue feliz, sólo él lo supo,
lo supo a su manera
-buena la digestión, mejor el sueño-,
pero estuvo donde estalló la pólvora,
practicó deportes rudos,
dejó a su corazón endurecerse
y su biografía se cuenta por heridas que disfrazan la
dicha.
No amó, sobra advertirlo
-dije que fue feliz-,
pero acumuló afectos y lealtades,
inesperados cómplices que acudían a él con un
chasquido,
mujeres dispuestas a morir por él
(con él no vivirían):
sólo una noche, una temporada cuando más
con este soldado que no sufre
o que sabe sufrir,
no demasiado tiempo con este solitario,
con este sobreviviente.
Sus biógrafos resaltarán su heroísmo
y él desde su tumba
pedirá que barajen y repartan de nuevo.

DARÍO JARAMILLO           (Colombia, 1947)

 

 


Brindis

Por la tierra que se hace
humedad en mi garganta.
Por la ausente y presente
vida que ya he bebido
despacio si podía.
Por la nostalgia, no.
Ni por el tiempo aquel.
Lleno mi copa, la alzo
por el sino que acepto
y tomo en esta pálida
y densa majestad
del vino que naciera
donde yo.
Me atraviese
como un poco de río.
No hay que decir su nombre.
Vaya por cuanto amo
y traspasa mi boca.

LUIS JIMÉNEZ MARTOS          (España, 1926)


 


Carta a mí misma

¿Recuerdas
cuando era el teléfono un pájaro
cantando en el alambre... ?

Nunca creíste
que sólo se trataba de un vil artefacto.

Eras insoportable.
Por eso hasta quisiste un lunes
regalarte.

Tenías la mirada llena de barcos.
Dabas de comer
a los perros del parque
y te sabías de memoria el número
de árboles,
a fuerza de ser viento,
de ser hoja,
de husmear
no sé qué estrella entre las ramas.

Eras
un raro espécimen,
una degeneración futura,
un grifo siempre yéndose,
ya ni sé qué decirte,
eras
algo bastante feo que me gustaba.

Te pregunto,
por preguntarte,
porque sí,
porque llueve
y algún entremetido te ha empujado:
¿Qué harías si te dejara libre,
si de un manotón quitara la montaña...?

De ley
irías a refugiarte en la ternura,
a estrellarte en el borde de un retrato.
A escabar en el suelo un sucio anillo
del que nacieron rosas,
lombrices,
telarañas.

Tú,
siempre serás tú.

No habrá abracadabra que te cambie.
No habrá

reencarnación que te libre del lodo de los sueños.
No habrá forma
de librarse de ti
ni estrangulándote.

Oye:
no vayas
a suicidarte.
Me es indispensable tu presencia:
triste,
desafiante.

Terminada en punta
-como una hoja-
detrás de la ventana.

ANA MARÍA IZA        ( Ecuador, 1941 )

 


Crisis

Una tarde el amor se acaba
y tanta magia
se trueca en fastidiosa servidumbre
y las palabras únicas
son ruido
para llenar vacíos.
Asoma la bobería de todo ser
y ningún esfuerzo
logra encender de nuevo
ese sol
de la atracción sin límites.
Todo es incomodidad y fuga
para no herir, en vano,
y decretar por fin lo irremediable.
Lo sabido pero no aceptado.
Súbditos de vanas fantasías
vemos caer a tierra
la pintura fervorosa
que aplicamos sobre nadas
que ahora sí son nada.
Y lo peor de todo:
el alivio que experimentamos
al cancelar la dicha
y eludir la trampa
felices de iniciar el duelo
y decir adiós, con mucha calma.

JUAN GUSTAVO COBO BORDA      (Colombia, 1948)

 

 

Declaración de principios

Desde el perfume en que te quiero tanto
hasta esa gran ternura que como túnica te viste
hay un camino a mi alma
que es un camino a mi dicha

Ese color tan lento ese color besado que te empieza
y tus senos acostumbrados a que mis ojos los estrujen
y tu boca de donde sale felicidad a torrentes
y la piel que te cubre con lujuria de raso
obstáculo exquisito entre mis dientes y tu carne
lodo eso desemboca en este amor que me íntegra

Tu sonrisa es la época de ser feliz pues se conoce
la ciencia de tus labios que muerden desde lejos
manos para el milagro de hacer brotar la fuerza de una mecánica muy dulce
que habría sido inercia para siempre sin tu gloriosa asistencia
En tus piernas se inicia el paraíso
paraíso perdido y al fin reencontrado
donde vivir en nuestro tiempo la edad de la manzana
Nadie ha logrado tu retrato porque tú comienzas
en una zona de ti misma difícil al pincel el lente o la palabra
Comienzas en el tono la mirada el andar
nada del cuerpo te principia, pero tu cuerpo es donde acaba todo
hasta la vida en él concluye mas se inicia de nuevo
océano al que fluyen atropellados ríos
puerto de los deseos y los besos
ay adorado cuerpo de mi muerte

Y yo era solo, y yo era triste, y yo era un menos y no era yo sin ti
No es nada el ángulo que no tiene un lado
yo era como él pues me faltabas tú
Recién estoy completo como un redondo como un mundo entero

ALBERTO HIDALGO       (Perú, 1897-1967)

 

 

El deseo

Hoy tengo deseo de encontrarte en la calle,
y que nos sentemos en un café a hablar largamente
de las cosas pequeñas de la vida,
a recordar de cuanto tú fuiste soldado,
o de cuando yo era joven y salíamos a recorrer juntos
la ciudad, y en las afueras, sobre la yerba, nos echábamos
a mirar cómo el atardecer nos iba rodeando.
Entonces escuchábamos nuestra sangre cautelosamente
y nos estábamos callados.
Luego emprendíamos el regreso y tú te despedías siempre en la misma esquina
hasta el día siguiente,
con esa despreocupación que uno quisiera tener toda la vida,
pero que sólo se da en la juventud,
cuando se duerme tranquilo en cualquier parte sin un pan entre el bolsillo,
y se tienen creencias y confianzas
así en el mundo como en uno mismo.
Y quiero además aún hablarte,
pues tú tienes dieciocho años y podríamos divertirnos esta noche con cerveza y música,
y después yo seguir viviendo como si nada...
o asistir a la oficina y trabajar diez o doce horas,
mientras la Muerte me espera en el guardarropa para ponerme mi abrigo negro
a la salida,
yo buscando la puerta de emergencia,
la escalera de incendios que conduce al infierno,
todas las salidas custodiadas por desconocidos.
Pero hoy no podré encontrarte porque tú vives en otra ciudad.
Mientras la tarde transcurre
evocaré el muro en cuyo saliente nos sentábamos
a decir las últimas palabras cada noche
o cuando fuimos a un espectáculo de lucha libre y al salir comprendí que te amaba,
y en fin, tantas otras cosas que suceden...

Jaime Jaramillo Escobar    (Colombia, 1932)

 

 

El poema del ruiseñor

Desde la rama del ciprés dormido
el dulce ruiseñor canta a la luna
y la invita a bajar hasta su nido.
Ya ves qué casto amor tan sin fortuna...,
y eso que el ruiseñor, en un descuido,
puede llegar volando hasta la luna.

Envuelto entre la luz embrujadora
da al viento el ruiseñor todas las galas
que su garganta mágica atesora;
y la luna se vuelve toda escalas
de seda y luz... (La luna diz que ignora
que su dulce cantor tiene dos alas...)

Calla el agua en los claros surtidores,
se aduermen los arroyos cristalinos
y se despiertan a escuchar las flores.
Astro y pájaro, a un tiempo, están divinos...
y ella baja hasta él vuelta fulgores,
y él asciende hasta ella vuelto trinos...

Lleno de sombra y de quietud, como una
pupila abierta al cielo indiferente,
un retazo perdido de laguna
sueña en la fronda del jardín... Presiente
la pálida belleza de la luna
aquel espejo claro y transparente.

El ruiseñor solloza dolorido
envuelto entre la luz embrujadora
cuando calla, de pronto sorprendido,
porque desde la rama en donde llora
advierte que la luna se ha caído
y flota sobre el agua onduladora.

Calla el agua en los claros surtidores,
se aduermen los arroyos cristalinos
y se despiertan a escuchar las flores.
Luna y pájaro, a un tiempo, están divinos...
y ella asciende hasta él vuelta fulgores,
y él desciende hasta ella vuelto trinos.

El pájaro suplica, impreca y canta,
mientras se multiplica a maravilla
la flauta de su eclógica garganta...
y salta alegre al ver cómo se humilla
la luna, que corriendo tras su planta
se viene sobre el agua hasta la orilla...

Ante el dulce deliquio que le miente
la luna, riendo en el cristal del lago,
loco de amor el ruiseñor se siente,
y respondiendo al amoroso halago,
hunde el pico en el agua transparente
y se bebe la luna trago a trago.

RICARDO MIRÓ          (Panamá, 1883 - 1940)

 

 

El umbral

Mírala aquí delante.
Es la playa donde empieza el extraño
mar de la realidad. Toma su mano breve
y déjate llevar sin preguntar.

Esta mirada clara
ya la habías soñado; este cabello
rubio tiene la luz de tu ilusión más niña,
y, sin embargo, nada se parece.

No te sirve, ahora tienes
que comenzar por la primera letra.
Anda, llama a tus sueños, amánsalos, resígnalos
a fermentar y a hacerse de verdad.

Y tú, sal de tu miedo
antiguo, corazón, pasa el umbral
sin agacharte, ten valor para la dicha
acepta la hermosura; ya eres hombre

Échate a las espaldas
tu cariño empeñado en ser amor,
tu ceguedad, tu mundo; toca a Dios en su peso,
única voz que de El podrás sentir.

Anda, obedece y calla,
porque para eso fuiste siempre niño
bueno y sumiso; haciendo la costumbre y el símbolo
de esta nueva obediencia más profunda.

Sí, ahora eres digno
de la vida. Hasta ella te ha elevado
tu soñar doloroso de adolescencia, como
una oración que pide lo que ignora.

Y no por prepararte
-ya ves todo qué extraño, qué distinto-,
sino por esa gota de nobleza en los ojos
con que vas a aprender la realidad.

"La espera" 1949

JOSÉ MARÍA VALVERDE    ( España, 1926 )

 


 


En plena dicha

Si el amor es la esencia de la vida,
¿Por qué estás de quererme avergonzada?
¿Por qué doblas la frente entristecida?
¿Por qué el lloro te nubla la mirada?

¡Levanta con orgullo la cabeza!
¡Mueve tu joven corazón con brío!
¿De qué servía tu gentil belleza
antes de abrirse bajo el beso mío?

Todo tiene marcado su sendero:
el polen urde las florales galas,
y en el agreste azúcar del romero
la avispa moja el zumo de sus alas.

¿Qué hace el rubí, con todos sus fulgores,
de su estuche en el frío calabozo?
¿De qué nos servirían los amores
sin la suprema convulsión del gozo?

Todo tiene marcado su camino:
cuando relumbran las estivas llamas,
entre los juncos del uncal vecino
las culebras enroscan sus escamas.

Teniendo tu belleza esplendorosa
de Friné las sagradas desnudeces,
¡sólo la envidia, la infecunda diosa
podría hacer severos a tus jueces!

¡No por arrepentida, por amante,
por joven, por gentil y por morena,
Jesús de Nazareth besó el semblante
pálido y tentador de Magdalena!

¡Por eso nada más! Por su hermosura,
el Maestro que amaba y comprendía
perdonó a la mujer tierna e impura
que en sus largos cabellos le envolvía!

¡El que castiga sin juzgar, desbarra!
¡No dobles con angustia la cabeza!
¡No existiría el tigre sin la garra,
ni el instinto sexual sin la belleza!

¿Qué importa que te adore y que me adores?
¿No se acoplan los tordos en los nidos?
¿No fecundan las flores a las flores?
¿No se parten los astros encendidos?

¡Álzate, pues, impura y victoriosa
sobre el purpúreo ocaso de mi vida!
Ser joven, ser amada y ser hermosa
es ser cincuenta veces bendecida.

El que creó los sexos y en el vino
de la ilusión templó las voluntades,
quiere que aquellos cumplan su destino
y odia las infecundas castidades.

¡Brille e impere tu beldad suprema
de las lujurias en los antros rojos,
y abrásate en el fuego que me quema
cuando me miran tus oscuros ojos!

¡Consiente que me abisme en tus hechizos,
en el perfume de pasión que exhalas,
y que sobre la noche de tus rizos
la voluptuosidad pliegue sus alas!

¡No la espantes, mi bien, con el tirano
rubor que anubla tu pupila hebrea,
ya que su dulce y complaciente mano
con invisibles gasas nos rodea!

¡Déjala que la cierre con el broche
donde el espasmo escribe sus alegros,
mientras hundo mis ojos en la noche
grande y profunda de tus ojos negros!

CARLOS ROXLO       Uruguay, 1860 - 1926

 


 


Entresilencios

Porque soy de esas mañanas que desgarran
la suma de los vientos en lo alto
y descienden verticales por la cruz
a la hoguera de los no deshabitados

quieres palabras (el día las destruye)
yo quiero darme (el árbol coge sueños)
la sombra de una hoja en esas nubes.

No puedo verme en esos ojos que todo lo distraen,
lluvia mujer sol y gris de abril que estira un canto,
un páramo que tras la voz desaparece llama

-es un espectro- va el traje maquillado y la sonrisa-
tiene el rostro de un dios –alguien se cruza-
o te comparte –es la infinitud de la nostalgia.

Porque soy de esas mañanas que desgarran
la suma olvidada de los vientos

quiero palabras (el día está contigo)
tú quieres darte
la sombra de una hoja en esos sueños.

En el sereno cuaderno de la paloma y la muerte,
en el deseado retiro de la uva y el pez,
con la sed de las rosas en tu nombre me persigno.
Un árbol como nubes –tu recuerdo- me cobija.

PABLO URQUIZA             (Argentina)

 



 

Es un lugar la noche

Es un lugar la noche amor
donde los sueños pastan

Es un lugar la noche
donde tus manos prenden
a mi cuerpo
piel de nube
fuego
beso
Es un lugar la noche
en que llegó primero
tu voz y mi conciencia
a hacerte dueño

Es un lugar la noche

LIZ DURAND GOYTÍA             ( México )

 


 


Esta canción estaba tirada por el suelo

Esta canción estaba tirada por el suelo,
como una hoja muerta, sin palabras;
la hallaron unos hombres que luego me la dieron
porque tuvieron miedo de aprender a cantarla.

Yo entonces ignoraba que también las canciones,
como las hojas muertas caían de los árboles;
no sabia que la luna se enredaba en las ramas
náufragas que sueñan bajo el cristal del agua,
ni que comían los peces pedacitos de estrellas
en el silencio de las noches claras.

Yo entonces ignoraba muchas cosas iguales
que eran todas posibles en la tierra del viento,
en donde la leyenda no es una hierba mala
crecida en sus riberas, sino un árbol de voces
con las cuales dialogan las sombras y las piedras.

Yo entonces ignoraba muchas cosas iguales
cuando aún no era mía
esta canción que estaba tirada por el suelo,
como una hoja muerta, sin palabras;
pero ahora ya sé de las formas distintas
que preceden al ojo de la carne que mira,
y hasta puedo decir por qué caen de rodillas,
en las ojeras largas que circundan la noche,
las diluidas sombras de los pájaros.

FRANKLIN MIESES BURGOS         (República Dominicana, 1907 - 1976)

 


Experiencia

La experiencia
consiste
en intentar que el pájaro regrese
desde el extremo opuesto de la noche
y pose su cansancio
sobre tu abierto pecho adolescente.
Lo tomas en las manos,
lo acaricias,
extraes de sus alas todo el viento
y mientras él se entrega
a lo innombrable,
tú te dejas volar.

Es fácil la experiencia.
Lo difícil
es dar con el momento
que te permita asesinar al pájaro
sin morir a su lado
de tristeza.

OSVALDO POL       (Argentina)

 

 

Fugitiva delicia

Pienso en ti. Pienso,
ya es sólo el perfume,
la esencia, lo que me queda
de tu vida.
Pienso un paisaje.
Un río sumiso, un mar,
una estatua desprendida en flores.
Deseo tu calor. Mis venas
ponen fuego a los mármoles,
a ese vegetal suspiro
sobre el que invento mi suerte.
Pienso en nada. La vida
no será nunca
existencia y perfume identificados;
beso absoluto
de nuestro propio vivir.

MANUEL DÍEZ CRESPO          (Madrid, 1910)

 



Kind of blues

trompeta triste trompeta alegre
trompeta que subes la escalera llegas hasta mi estancia
hasta la nostalgia de mi máquina de escribir
trompeta de Miles Davis que narras viejas historias de tu raza negra
historias de tu esperanza atada por mis dedos
estos dedos que son los dedos de mi padre
los dedos de mis hermanos, de mis enemigos
los dedos de las mujeres que rezaron y cogieron conmigo toda la noche
los dedos de mi vieja tarántula que mastica debajo de la higuera
trompeta escanciada como vino de viñas asoleadas
piadosas viñas de ashram junto al río
trompeta de Davis que tomas la forma de mi falo para ensuciar con flores blancas tu secreto
tu piel de seda tu piano de oscuro cedro
tu piano de copas volcadas sobre el tablero de ajedrez
tu piano ah tu piano tu trompeta de Davis
trompeta, así vas a sonar a la hora de mi muerte
a la hora en que descienda a la tierra del brazo de mis hermanos
todos ataviados de blanco
todos con los brazos cruzados cerrando el círculo de plata
como nos enseñara el viejo Gurú aquella mañana de alcatraces
trompeta, ya te fuiste
ya cayó sobre los discos el frenesí de un Godot
la obsesión de un Howard Frankl, la cal de Octavio Paz espiando las poses de los dioses
la carrera tras la llave que mis dedos bucean
el magnífico calypso que una mujer nos desgrana desde su ventana
como mazorcas mexicanas inscritas en los hábiles dedos de mi mano derecha
Miles Davis, trompeta
te subiste el cuello de tu trinchera amarilla
aquella madrugada
a la salida del club en San Francisco

SERGIO MONDRAGÓN    (México, 1935)

 

 

La bestia

Campesino membrudo, de verdes años,
robusta labradora, de fresca vida,
se apresuran, opuestos, por escondida
senda que bien conocen ciervos huraños,

a toparse en el bosque -fácil guarida
de parejas a fruto de los regaños
y ojerizas paternos. ¡Con qué de amaños
la cita deseada fue convenida!

-Digo las cosas claro; nadie se asombre-.
Van urgidos del hambre por la molestia:
él con hambre de hembra y ella de hombre.

Se juntan... y tendida, tras un instante,
sobre el césped se agita súbita bestia,
bicéfala, cuadrúpeda, jadeante...

ALFREDO ARVELO LARRIVA     (Venezuela, 1883 - 1934)

 

 

La doncella raptada

Va a la grupa la doncella
sobre un corcel de oro y plata,
entre el alhelí y el plomo
del cielo y el campo en calma.
Va a la grupa la doncella
aunque ella sola cabalga.
Su rubia llama de pelo
ha de encender la borrasca
cuando se desasosiegue
la tarde en paz, gris y cárdena.
Aleteos del abril
asustan a la hoja plácida
y afilan sus acicates
en la hora desenfrenada
para hundirlos en la prisa
de las nubosas ijadas.
Por los llanos va el corcel,
con luces de oro y de plata,
y, en la grupa, la doncella
que en las tormentas se escapa.
El campo la ve correr
con su miopía entornada.
Un amor de río gentil
se criba entre las pestañas
de los chopos espigados,
y el verde mirar del agua
no sabe descifrar quién
es el raptor que la rapta.
Nadie se ve en la montura.
La niña va arrebatada.
Alhelíes de centellas
de olientes tormentas cárdenas
no aclararán la visión
de la llanura obcecada.
La tarde es perla siniestra;
el corcel es de oro y plata.
Como un eco del galope
se oye un trote de tronada.
No hará visible al galán
la encendida catarata.
Va a la grupa la doncella
aunque ella sola cabalga.

MAURICIO BACARISSE          (España, 1885 - 1931)

 

 


La luna, siempre

Redonda, hinchada de frotarse contra el cielo
rasga mi piel con su delgada luz
Cae sobre mi pelo
con la levedad de una sirena
que no se hubiera dado cuenta
que no posee piernas
Solivianta mi sangre
me enciende de locura
me regala una piel fosforescente
y me convierte
aceite hirviendo
en fauna
(cascos y cuernos y cabello desbocado
bajo el lúbrico soplo de lo oscuro)

ANA MARÍA RODAS                  (Guatemala, 1937 )

 

 


La mujer transparente

Tu voz era una bebida que yo sorbía silencioso
ante las miradas asombradas
un pájaro de luz
salió de tu cuerpo transparente
pájaro de luz
instante que revolotea
a una velocidad vertiginosa
atravesando calles y calles
persiguen tu cuerpo que huye
¿cuándo podrás alejar a la jauría enloquecida?
desamparada
te has destrozado al caer
los restos de tu cuerpo se arrastran por todos los rincones
del mundo
ah un día renacerás tú
la transparente
única, inconfundible
levemente inclinada , nunca caída
rodeada de impenetrable silencio
avanzando tu pie frágil entre la vacilante monotonía
ah un día renacerá tu risa
tu risa de pájaro transparente
tu risa herida.

ALDO PELLEGRINI           (Argentina, 1903 - 1973)

 

 

La palabra es un jarro de fresas...

La palabra es un jarro de fresas,
muerdes y sale sangre.

La palabra es una cucharada de miel,
tiene los párpados en flor.

La palabra es una pavesa de vaho
con su vestido de lunares.

La palabra es de vino duro
de piedra de sol.

La palabra está en el cuarto
y se desnuda toda y me posee

                          cae rendida
                          y ya no se puede pronunciar.

AGUSTÍN DELGADO          España, 1941

 

 

Latidos del alba

En tu dispersión
como en la memoria de la tarde
un hondo cansancio
deshace las edades
en mil pedazos de barro
     de muerte
y sobre el hueco rostro de una herida
caen
     como un murmullo
     como un breve suspiro
     como un hondo silencio
Único                   Inconcluso
Y en la consumación hiriente de la nada
mis manos desangran
el vasto espacio que hiere los espejos
                             el latido del alba.

ROBERTO JOSÉ ADAMES      ( República Dominicana, 1969 )

 



Lo que dices de mí

Lo que dices de mí:
un extraño camino que nunca he recorrido,
un camino que enlosan tus palabras
y que si miras bien se corresponde
con una de las líneas de tu mano.

Lo que dices de mí eres tú misma,
eres tú de repente bifurcada,
una parte de ti se queda a tu lado,
otra parte de ti se viene conmigo.

Lo que dices de mí va borrando mis huellas.
Lo que dices de mí me prepara emboscadas.

Lo que dices de mí
es saliva y es tierra que amasas para darme
figura de caballo, figura de montículo,
figura de lunar, figura de tu espalda,
figura de cualquiera de mis dedos
cerrando uno por uno todos mis orificios
(más saliva y más tierra que coges
para darme figura de cabaña, figura de murciélago...)

JESÚS AGUADO            ( España, 1961 )

 

 

Los años

Van gastando los años el ardoroso impulso.
Algo indeterminado nos diluye
en su invisible tempestad de arena.
La nostalgia comienza a preguntarnos
y ninguna respuesta alcanza su horizonte.

Semejante a una exhausta discusión de familia
nuestra conversación pierde sentido,
se convierte en mirada que no escucha;
tampoco las palabras son palabras,
ni siquiera a ser lágrimas se arriesgan,
una costumbre inerte las ciega y sustituye.

Casi sin advertirlo perdemos los contornos,
la distancia es difusa, la realidad desciende
hasta llegar al sótano de una vida apartada,
y allí quedamos presos en nuestra sola sombra.

JUSTO JORGE PADRÓN             ( España, 1943 )

 

 

Misterio de la adelfa

¿Hay que olvidar los labios, las miradas
que aúnan los destinos delirantes,
los pechos de caricias resbaladas
en la mejilla fiel de los amantes?

¿Hay que olvidar el sueño alimentado
en la dura exigencia de la vida
que ordena, ya su afán, ya su cuidado,
hacia un campo de paz no interrumpida?

En la rosa y el blanco de tus luces,
bajo tu flor de azúcar y veneno,
adelfa de jardines andaluces,
pierden los pulsos su latir sereno.

Pierden los pulsos su latir, y viertes
en la sangre letárgicas esencias.
en tu débil aroma dulces muertes
coronan andaluzas indolencias.

JOAQUÍN ROMERO MURUBE        (España, 1904 - 1969)

 

 

Niña de las historias melancólicas...

Niña de las historias melancólicas, niña,
niña de las novelas, niña de las tonadas
tienes un gesto inmóvil de estampa de provincia
en el agua de otoño de la cara perdida
y en los serios cabellos goteados de dramas.
Estás sobre mi vida de piedra y hierro ardiente
como la eternidad encima de los muertos,
recuerdo que viniste y has existido siempre,
mujer, mi mujer mía, conjunto de mujeres,
toda la especie humana se lamenta en tus huesos.
Llenas la tierra entera, como un viento rodante,
y tus cabellos huelen a tonada oceánica,
naranjo de los pueblos terrosos y joviales,
tienes la soledad llena de soledades,
y tu corazón tiene la forma de una lágrima.
Semejante a un rebaño de nubes, arrastrando
la cola inmensa y turbia de lo desconocido,
tu alma enorme rebasa tus huesos y tus cantos,
y es lo mismo que un viento terrible y milenario
encadenado a una matita de suspiros.
Te pareces a esas cántaras populares,
tan graciosas y tan modestas de costumbres;
tu aristocracia inmóvil huele a yuyos rurales,
muchacha del país, florecida de velámenes,
y la greda morena, triste de aves azules.
Derivas de mineros y de conquistadores,
ancha y violenta gente llevó tu sangre extraña,
y tu abuelo, Domingo de Sánderson, fue un hombre;
yo los miro y los veo cruzando el horizonte
con tu actitud futura encima de la espalda.
Eres la permanencia de las cosas profundas
y la amada geográfica, llenando el Occidente;
tus labios y tus pechos son un panal de angustia,
y tu vientre maduro es un racimo de uvas
colgado del parrón colosal de la muerte.
Ay, amiga, mi amiga, tan amiga mi amiga,
cariñosa lo mismo que el pan del hombre pobre;
naciste tú llorando y sollozó la vida;
yo te comparo a una cadena de fatigas
hecha para amarrar estrellas en desorden.

PABLO DE ROKHA        (Chile, 1894 - 1968 )

 

 

Nubes doradas

                     "La nostalgia que siento no está ni en el pasado ni en el futuro..."
                                                                                                                       Fernando Pessoa

                                                                  "-En el coche queda una botella de ginebra.
                             -Por qué no lo dijo antes, en vez de hacerme perder el tiempo
                                                                                                               hablando tonterías?"
                                                                                                                      Daniell Hammettt

                                            "La resistencia se organiza en todas las formas puras"
                                                                                                                               Tristán Tzara

                                                                                                             A Jaime Gil de Biedma

 
Qué importa ya mi vida.

                          Cada vez que levanté mi casa, la
                          destruía. A cualquier país que llego
                          no amo otro momento
                          que aquel de divisarlo. Nunca
                          pude decir dos veces bien venida
                          a la misma mujer.

                          Respetarse uno mismo.

                          Pensar.

                          Veo crecer los rosales que planté.
                          Destapo la última botella del último
                          pedido.

                          Miro
como mi vida salva cuanto hay de noble.

Por ti, oh cultura, y por todos
los que vivos o muertos me hacen compañía, bebo.

Más allá del tiempo y de mi cuerpo,
bebo. Lleno
de nuevo el vaso. Dejo
que lentamente el alcohol vaya cortando
los hilos que me unen
a esta barbarie.

                            Y con la última
copa, la del desprecio,
brindo por los que aman como yo.

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ           (España, 1942)

 

 


Nubes en la noche

Nubes vanas en la noche,
Así pasan las palabras
Por la aurora irreversible de las cosas.

Todo pensar se declina
En el grito oscuro de lo pleno.

Y yo entre las vorágines te buscaba
Como si así pudiera con tu rescate
Cumplir un luminoso pasado.

De "A las islas vacías" 1997

JOSÉ CARLOS CATAÑO (España, 1954)

 

 


Oda a la goma de mascar

Gran cosa es tener la capacidad de retractarse.
Poseer el combustible necesario para dar marcha atrás.
Lucir la valentía de desdecirse,
humillar la petulancia
de pretender hablar desde el púlpito de la tinta,
con un ademán autocrítico
que transforma los dogmas
los yerros
la retórica
en un rebaño de virutas perfumadas.
Para desandar el camino
y darle nuevamente la palabra a la página en blanco,
se requiere de un delicado instrumento
que es, como la rueda,
los grandes aereoplanos
y la caricia de la mujer amada
cuando la soledad nos cala hasta los huesos,
invento inapreciable.
¡Oh fe de erratas de mi lápiz!
Cernidor entre el trino y el resuello,
la palabra veraz y la que hilvana
las letras enmieladas del engaño.
¡Oh gran antología de vivencias!
Yo te debo la astucia
de anularle adjetivos
a las emociones sustantivas.
Te soy deudor de mi capacidad
de comenzar y comenzar
nuevamente desde cero.
Cuando vuelvo los ojos a la pluma
al lápiz
a la máquina
y después hacia ti
me quedo meditativo
y pienso que el poeta
debe saber oír más las palabras de su goma
que las del artefacto con que escribe
porque los dioses están más cerca del silencio
que del barullo.

Enrique González Rojo (México, 1928)

 

 

Otra vez el amor

Todo lo dulce y amargo
brotó de un solo instante:
tiempo y espacio
sacrificados
al dra que llegaba entre cenizas.

Visión, su luz para vivir.
Cerrazón, su luz, para no saber vivir
sino atada a las manos
que escribieron la primera
y la última palabra.

Abarqué en la penumbra
todas las primaveras,
los soles,
los diminutos puntos de fuego
de todas las esquinas
y los puertos;
de todas las hogueras
que llamean
en la sombra que me cubre.

¡Todo el mar no bastó
para dejar sin huella
el breve trigo que dejó tu beso.

DELIA QUIÑÓNEZ DE TOCK     ( Guatemala, 1946 )

 


 


Paisaje

Una estrella suicida, una luz mala,
cuelga, desnuda, desde el cielo raso.
Su cerrada corona acaso sangra.
Acaso su reinado es este instante.

Crecido el mar debajo de la cama
arrastra los zapatos con mis pasos
finales. Sacan los árboles vivos
un esqueleto mío del espejo.

En el techo los pájaros que vuelan
de mis ojos brillan fijamente.
Acaso no esté sola para siempre.
La mesa cruje bajo el peso usado

de las hojas secas. Un viento adentro
cierra la puerta y la ventana y abre
de pronto, entre cadáveres, la noche.
También mi corazón. Ya voy, tinieblas.

AMANDA BERENGUER             (Uruguay, 1923)

 

 


Pandereta

¡Beban otros las burbujas
de esa champaña extranjera!
¡Yo prefiero las agujas
Del vino de la Ribera!
Sin desdeñar lo extranjero
en vino y arte prefiero
lo netamente español...
Me gusta la manzanilla
las mujeres con mantilla,
el rasguear de una guitarra
bajo el toldo de una parra
en una tarde de sol.

Y en la austeridad severa
de una estancia castellana
sorprender una mañana
toda el alma de Castilla
dentro de una serranilla
del Marqués de Santillana,
o en la gracia soberana
de una estrofa de Zorrilla...

¡Oh, Castilla, mi Castilla!
mi rancio suelo español,
mis romances de Zorrilla,
mi caña de manzanilla
hecha con hebras de sol...
Te aseguro que no envidio
ni otras patrias ni otros cielos,
yo prefiero, como Ovidio
el solar de mis abuelos.
Cambio toda la elegancia
de tus vestidos de Francia,
todos tus ricos tesoros
de tus plumas y tus pieles,
por el ramo de claveles
que te llevas a los toros...

Más que todos los sombreros,
más que todas las diademas
que inventaron los joyeros,
me gusta, la maravilla
del marco de tu mantilla
cuando te miro apoyada
sobre una capa bordada
tendida en tu barandilla
de delantera de grada.

Me gustas por tu arrogancia,
me gustas por tu constante
desplante de chulería.
Me gustas por cariñosa,
me places por religiosa,
me seduces por celosa
y me encantas por bravía.
Te quiero por tu alegría,
por tu gracia macarena
por tu mirada serena
y tus labios de amapola.

Te quiero por española
y te adoro por morena,
y te quiero porque eres
la más hermosa mujer
entre todas las mujeres.

PEDRO MATA                  (Español, 1811 - 1877)

 

 

Para siempre

El viento insiste,
se arrastra por el débil dintel de mi ventana;
rarefacto reptil, anhélito de ausencia
para la incertidumbre clandestina de la hoguera,
el fuego vertebral que nos rotura
y nos abre en el alma una intemperie.

Ahora que lucho con mis párpados
para trazar un credo perdurable,
un sortilegio a solas para mi corazón telúrico afiebrado,
un sortilegio eterno a las tres de este sueño incontenible,
un verso más para tu duda,
un verso más hacia poniente.
Para siempre
Para siempre
extiendo las claves,
cifro y descifro los símbolos a solas,
la palabra que tú me has enseñado.
Abro violetas
columnas
cúpulas
arquitrabes
mi credencial escueta,
el texto apresurado,
enciendo lunas y velas al pie de las estatuas
y esa canción que es mía,
ese sonido que tú me has inculcado.
y este metal pequeño que beso a cada instante,
este gesto precioso de callada ternura
que avente la ceniza
y siga siendo llama para siempre.

AMALIA IGLESIAS           ( España, 1962 )

 

 


Perdóname el dolor, a veces

                                         Enero, 1980

Perdóname el dolor, a veces,*
perdóname la tristeza casi siempre
y la soledad
(es así como llamo a tu ausencia).
Perdóname el silencio
y las palabras
ahora.
Perdóname la alegría si te tengo
un poco,
los encuentros, los versos,
mi pobre vida.
Perdóname la esperanza
todavía
(la tomo sin dármela
y la asumo como único alimento).
Perdóname que hable
                         que calle
                         que respire
pero nunca que te ame.
Condena mi amor, castígame por él,
quiero el infierno por patria y aposento,
que los días me torturen y conozca la fatiga,
que tus reproches me vistan de martirio,
tu fúria de sangre.
Maldita y desterrada, te seguiré queriendo
y seré, más que nunca, imperdonable.

*«Perdóname el dolor, a veces» (Pedro Salinas)

PILAR PALLARÉS,         (España, 1957)

 

 


Piedra en el agua

Emigraron los años lo mismo que las aves.
De aquellos días tibios, serenos de la infancia,
como vagos esbozos sobre lienzo de niebla
apenas han quedado, suaves, en mi memoria
algunas pinceladas de leve veladura.
Así la primavera pasó dejando sólo
alguna que otra flor, un guijarro en el río,
un aroma de lluvia, unos labios de agua.
Hoy, sentado en el íntimo umbral de cada tarde
bajo el cielo aterido y tordo de noviembre,
para olvidar que el tiempo también tiene su prisa,
en las cálidas olas de ayer mis ojos hundo
como en los de una niña morena y misteriosa.

VÍCTOR JIMÉNEZ          (España)


Poema inmenso

En estas tardes tu perfil no tiene línea precisa
pues no hay un límite en tu gesto para el principio de
                   tu sonrisa
pero de repente está en tu boca y no se sabe cómo se filtra
y cuando se va nunca se puede decir si está allí todavía
lo mismo que tu palabra de la cual jamás oímos la primera
                    sílaba
y nunca terminamos de escuchar lo que decías
porque estás tan cercana en esta lejanía
que es inútil preguntar cuándo vino tu venida
pues entonces nos parece que has estado aquí toda la vida
con esa voz eterna, con esa mirada continua,
con ese contorno inmarcable de tu mejilla,
sin que podamos decir aquí comienza el aire y aquí la carne viva,
sin conocer aún dónde fuiste verdad y no fuiste mentira,
ni cuando principiaste a vivir en estas líneas,
detrás de la luz de estas tardes perdidas,
detrás de estos versos a los cuales estás tan unida,
que en ellos tu perfume no se sabe ni dónde comienza ni
                     donde termina.

JOAQUÍN PASOS      ( Nicaragua, 1914 - 1947 )

 

 

Postales sicalípticas del  XIX

Sospecho que no fuisteis
esas damas galantes,
enmarcadas en vagos decorados
de un lujoso exotismo.

Adivino que fue
todo más triste y sórdido,
que sufristeis desprecio,
y aun llegasteis a creer
que hacíais algo sucio.

Y sin duda no fuisteis
como aquellas mujeres
de intachable decencia,
de las que sólo queda
el virtuoso valor de la ceniza.

Vosotras, enjoyadas,
con poses de odalisca,
apenas ataviadas con gasas y bordados
y unas medias de seda,
habéis llegado aquí, venciendo al tiempo,
en un rastro de luces y de sombras
donde aún sobrevive la belleza.

JUAN PEÑA               ( España, 1961)

 

 

Puedo vivir en mí...

Puedo vivir en mí
desde la punta de mi pelo negro
hasta el negro charol de mis zapatos.
Puedo hundirme en mi ser.
Puedo habitarme y abrirme y florecer
hasta saciarme de mi conocimiento,
de mi angustia,
de mi tristeza errante.
Puedo andar siempre sola
hasta dejar mi sombra
en cualquier parte.
Puedo, si lo preciso,
hasta dejar de amarte.
Si he de pensar en ti
para poder hallarme
quiere decir que tres cuartos de vida
se han muerto en ese instante.

DOMINGA PALACIOS     (Colombia, 1926)

 


 


Quién tira la primera piedra

El Nuevo Testamento
se derrumba
cuando lo lees
cómodamente instalada en la cama.
Una plegaria sorda
a la imprecación que corre
por las calles.
Estás sola y culpable
de esos muertos que vigilan la tierra.
Estás muerta y salvada
en la ciudad que construye su historia
entre el clamor
y la oscuridad de sus gritos.
Es imposible navegar entre dos aguas
y ser su propia sombra.
Pero quién tira la primera piedra
y pone en juicio al hombre
atormentado
entre sus cruces?

CLARA SILVA               (Uruguay, 1905-1976)

 

 


Repulsa

Vivir... sentir la vida tan hondo, que haga
daño.
Vivir sin que la angustia se vuelque a lo
exterior.
Y en esta farsa bufa, tan torpe y de rebaño,
tener que batir palmas a tanto mal actor.

Sentirse al pragmatismo del medio ambiente,
extraño.
Saber que es del imbécil el triunfo y el honor,
y hallar hasta entre amigos el sobrecejo
huraño
de alguno, que recata la faca del traidor.

Tender a quien con náuseas en lo interior
se mira
la mano, sin que advierta la repulsión que
inspira
con el gracejo idiota a estrépito reír.

Falsear, mentir...airarse, sin ceño en el
semblante
y ser, con tanto espíritu, como cualquier
farsante...
Ah, hipócrita... La vida... Cuánto asco de vivir.

LUIS AURELIO VERGARA (Colombia, 1896-1942)

 

 

Se fue el amor

Se fue el amor, se fue de madrugada,
descalzo y en silencio, sin maletas.
Dejó una foto vieja y arrugada,
con restos de carmín sobre sus grietas.

Se fue el amor, se fue sin previo aviso.
Marchó sin un adiós, sin un lamento.
Tal vez se fuera así porque me quiso.
Tal vez su voz calló de abatimiento.

Se fue el amor, marchó por la vereda
que aleja su perfume de mi almohada.
Marchó el amor, y ya ni amor me queda.
Se fue el amor, se fue de madrugada…

Diego Jerez      (España, 1977)

 

 


Solo de nostalgia

Una hora mala, un viento, un avefría,
un olvidarse el mar de la marea,
un irse atrás y no querer pelea
o echar a pique tiempo y alegría.
Un solo de jardín, un solo día,
un árbol y un suspiro, una azotea
para el suicidio que me deletrea
la nostalgia de tu jardinería.

Poner junto a tu nombre punto y raya
y sentirme terreno de secano.
-Dile al mar que ayer vino que se vaya-

Fue una mañana azul y fue verano,
un pájaro tan solo y una playa
y tú desdén aquí, sobre mi mano.

FRANCISCO MENA         (España, 1934)

 

 


Tango infinito

                  Volverás
Hoy fue la noche quien lo dijo

Hoy la noche cayó del caballete
Y la ventana entró pintando
Lunas azules en mi cuarto
                    Volverás
        Aunque                          Porque
La noche mienta        La noche inventa

SALVADOR PUIG               (Uruguay, 1939)

 

 

Trapo azul

Si un domingo caminas sintiendo el imprevisto
eco de tu cuerpo en el silencio de las calles
en domingo de sol, si todo el mundo
huyó para dejarte solo en la ciudad desierta,
descubrirás entonces en el marco de las ventanas
ciertos rostros muy tristes que no pueden bajar.
Algunos viven detenidos en el pozo de la alcoba,
anclados en un tiempo de paciencia. Otros
nacieron allí con los pies envueltos en un trapo azul.
Ellos viven muy altos, en vacío.
Un arroyo de aguas blancas baja a ti desde la cima.
Si quisieses hablar con esos ojos
o preguntar el nombre que los llama
deberías subir, dejando tu vagar por las calles amarillas.
Pero estás tibiamente derrotado y continúas
avistando tantos rostros que viven al pairo
en el lago de la alcoba.
Son más visibles desde abajo cuando es domingo
y la gente abandonó las plazas para dejarte solo.

XOSÉ MARÍA ÁLVAREZ CÁCCAMO           (España, 1950)

De Cima das idades tristes, 1988

 

 


Tríptico del olvido

                                             El que quiera un corazón
                                        que pregunte por mi olvido.
                                                  Federico García Lorca


1
Todo lo debo a tu vacío.
Las calles pasan, pasan
estrepitosamente iluminantes.

No queda nadie, nadie
sino la doble sombra solitaria
donde te sigo amando.

Tómame, persígueme, fatígame,
como el arcángel que anuncia la muerte
cuando gira en los ojos y no acaba.

Así tú, escalón a escalón, sigue bajando,
pesas lanzada en mi totalidad,
cayendo entre la desmemoria,
hacia la estrella
inofensiva de la nada.

2
Todo es infancia.
Las guayabas doradas
tejidas por el oro del azar
junto al olor sediento
de tu traje rasgado.
Ahí yo tuve que morir.

Todo es infancia.
Y tú también te quedas
mientras yo me deshago
y en tu cuerpo abro lámparas
que nunca encenderé.

Tú también permaneces,
bendita mía,
reempezando la ausencia
entre la claridad
incomprendida.

3
Todo es infancia.
Nada sigue después,
sino el silencio.

Nada supera su primer prodigio:
la pompa de colores donde Dios llameaba,
la lagartija rápida entre la luz secreta.

Y tú y yo como el porvenír,
fatalmente desnudos.

Sólo se entiende la primera letra
oscurecida por palabra o miedo.
Lo que queda de azul sigue brillando,
pulsa, mana, convoca claridades.

Todo es infancia.
Nada sigue después,
sino la muerte.

LAUREANO ALBÁN          ( Costa Rica, 1942 )

 

 

Tu imagen

Yo quisiera saber dónde podría
Tender la vista sin hallar tu amor...
Tu imagen me persigue noche y día...
¡Ni aun me deja en mis horas de dolor!

En el gemir dulcísimo del viento,
Al lamentarse el borrascoso mar
Te halla mi corazón, -y en vano intento
Tu imagen de mi pecho desterrar.

Extraviarme en los bosques he querido
Para escuchar al pájaro cantor,
Y la canción del ave siempre ha sido
Un himno de esperanzas y de amor.

Me he sentado a las márgenes serenas
Del arroyo de linfa de cristal
Donde los blancos lirios y azucenas
Esparcen su perfume celestial;

Y en el dulce gemir del arroyuelo
El canto eterno del amor oí
Luego dejé la tierra por el cielo
¡Y hasta en el cielo tu belleza vi!

El Sol sus rayos amorosos lanza
En torrentes de mágico esplendor...
Las estrellas son soles de esperanza
¡Que van risueñas murmurando amor!

Y allí tu imagen celestial, unida
Al coro de los ángeles miré...
Si tu imagen es vida de mi vida
¿Adónde ¡oh virgen! sin tu amor iré?

ANTONIO SELLÉN   (Cuba, 1838 - 1889)

 

 


Vigilia

Pasos en el jardín. El vigilante
golpea la corteza del manzano
y hay pájaros que huyen, quedan otros
enjaulados en tiempo y luz de plata.
Fábulas no me encanten; velar quiero
mis armas esta noche o adentrarme
por el jardín y oír bajo mis pasos
los tréboles que guardan en el polvo
las maravillas de la blanca torre.
Debajo del manzano y a mi lado
una mujer hojea un viejo libro:
Demonios hay en torno y una fuente
refleja un ciervo, un tigre de Bengala.
Los pasos van y vienen y no saben
quién es el vigilante, el vigilado.

GIOVANNI QUESSEP          (Colombia, 1939)

 

 

Yerba mora

¡Yerba Mora, no hilvanes más reproches
en el trapiche gris de mi conciencia!
Que no tengo la culpa de quererte
ni tú la culpa de que yo te quiera.
Fue jueguito de dioses
lo que vino a envolvemos en sus tretas:
tu parte fue la blanca
y mi parte la negra;
tuya la guinda reventona y púrpura,
mía la boca codiciosa y seca,
y no tengo la culpa de quererte
ni tú la culpa de que yo te quiera...

Pasaste por mi predio:
¡tal parecía que te parió la selva!
Bocado de quebrada que se cae
de las fauces musgosas de las piedras
y corre, mal vestida de frescura
con los flancos besados por la yerba.
Pasaste con tu boca como flor de geranio
y tu pisar de lluvia mañanera,
con tus perfiles de novilla joven,
temblándote en la carne la morena
carne de los barrancos florecidos
y el respirar de toda la maleza.
y oliendo... ¡qué sé yo ni a lo que olías!
A rosa zahareña,
a mejorana, a pacholí y albahaca,
a surco abierto, a pulpa de grosella...
Los dioses te enviaban;
venías inocente de sus estratagemas:
y no tengo la culpa de quererte
ni tú la culpa de que yo te quiera.

Pasaste, con el pelo mordiéndote la nuca:
gavilla con su polen de candela;
con sacudires de guajana al aire;
con rebeldías de una enredadera
que a la sombra de cobre del crepúsculo
contra el hombro del monte se desfleca...
Con el seno a brinquitos, la cintura
avispada y ceñida y retrechera;
taconeando el tacón de tus chapines
una canción trigueña
que acompasaba el ritmo que corría
por las bravas columnas de tus piernas...
y me miró el mirar de tus dos ojos
con sus remotos ángulos de almendra,
con el iris felino y color níspero,
sombreados por las sombras de esas breñas
que mienten tus pestañas, y acechando
desde el lila holgazán de tus ojeras.
¡Y me miró el mirar de tus dos ojos!
Tú sabes lo demás, ¡no llores, Yerba!
Que tú eres sólo como Dios te hizo,
y yo amo sólo como el cuerpo ordena,
y ni tengo la culpa de quererte
ni tú la culpa de que yo te quiera...

JOSÉ ANTONIO DÁVILA        (Puerto Rico, 1899-1941)

 

 


Yo digo adentro mío

adentro hay una boca recibiendo la lluvia
y una mano queriendo penetrar en los trenes
adentro está mi infancia con su mañana blanca
mi pueblo allí colgando de la lengua del día
adentro está tu frente pero nunca los lunes
porque adentro me sobran el reloj y los diarios
adentro está lo bueno lo malo lo que queda
mi corazón adentro un pájaro sin rostro
adentro tengo al viento derramado en tus hombros
es decir este aroma de ausencias y de gritos
adentro estoy yo mismo golpeando para afuera
y hay una almohada tibia donde apoyo tu nombre
adentro está el otoño el café el intestino
las rótulas tus ojos el parque que olvidaste
adentro están doliendo tu septiembre y mis pasos
y hay una piel llorando
ahora adentro mío se oxida una ternura
yo digo adentro mío en esta tarde de otros.

JORGE BOCCANERA      ( Argentina, 1952 )

 

 

Yo te beso

Yo te beso
Frente a la destrucción y el aire sucio
te beso

En el estruendo de los automóviles
-la migraña del día-
te beso
En el festín de los ladrones
En el pozo de los iracundos
Ante el cuchillo de los asesinos
Ante la baba fóbica de los intolerantes
Frente a la sangre agusanada de los corruptos
Frente a la mansedumbre
Frente a la podredumbre
Frente a la muchedumbre
Yo te beso de frente
Y el día empieza a caminar
con la frente muy alta.

EFRAÍN BARTOLOMÉ          ( México, 1950 )



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