"Los versos son la música del alma".
Voltaire

"La danza de la vida"

Edward Munch   

 

 

En esta página encontrarás un poema por cada autor mencionado en el índice.
A medida que seleccionemos más de un título, los poetas tendrán su propio vínculo.

 

 

 


Índice

Al otro lado de mi voz
Basilio Sánchez               ( España, 1958 )          

Algún día
Darío Jaramillo   ( Colombia 1947 )

Amé su cuerpo entonces
Otto Raúl González   ( Guatemala  1923 )   

Amor sádico
Julio Herrera y Reissig   ( Uruguay 1875-1910 )

Canción marina
Jaime Fontana    ( Honduras )

Celos
Pedro Matta    ( España 1875 - 1976 )

Como si fuera un rito...
Ariel Canzani      ( Argentina )

Como sombra ignorada          
Pablo Abril de Vivero  (Perú)

Contemplación
Francisco Argenteo    ( Colombia  1962 )

Cuando ella se viste y se va
Luis Jiménez-Clavera            ( España, 1948 )       

Dame la mano, amor...
María Luisa Mora Alameda       ( España, 1959 )     

De solo imaginarme...
Alicia Larde      ( El Salvador )             

Del pecado de amarte...                      
Rosario Sansores     ( México )

Dura el amor
Joaquín Sánchez Valles         ( España, 1953 )          

El espejo
Eloy Sánchez Rosillo     ( España, 1948 )          

Ella
Eduardo Langagne     ( México )         

En un cuarto de hotel
María Monvel   ( Chile 1899 - 1936 )

Erótica
Enrique de Mesa   ( España, La posada 1928 )

Es difícil decirlo
Miguel Sánchez Gatell         ( España, 1965 )         

Escándalo de olvido
Joaquín Benito de Lucas          ( España, 1934 )     

Exaltación  
José Eustasio Rivera   ( Colombia  1888 - 1928 )

Éxtasis
María Granata    ( Argentina 1920 )

Hombre en la mar
Carlos Barral    ( España, 1928 - 1989 )               

Hundido a mi silencio      
Yanira Soundy   ( El Salvador  1964 )

Labios bellos, ámbar suave
Luis Antonio de Villena   ( España, 1951 )

La formal
Miguel Méndez     ( Colombia, 1942 )

La semana sin ti
Tomás Segovia     (España-México, 1927 )   

Lujuria
Joaquín Dicenta   ( España 1863 - 1917 )

Llega tu mano como una alfombra...
Juan María Calles      ( España, 1963 )                 

Mecánica de los cuerpos
Pedro Shimose    ( Bolivia, 1940 )         

Mientras dormía   
? ? ?

Mi olor a ti
Leopoldo Alas   ( España 1962-2008)

Mujer de estío
Jorge Correa Andrade   ( Ecuador 1937 )      

Mujer desnuda
Enrique González Rojo  ( México  1899 - 1939 )

No decía palabras
Luis Cernuda   ( España, 1902 - 1963 )  

Ocúltate en mi noche...                                 
Juan Rejano      ( España 1903 - 1976 )
           
Olvido
Carlos Medellín   ( Colombia  1928 - 1985 )

Para ser más de ti...
Carmina Casala      ( España, 1949 )         

Pasión de encuentro
José Luis Díaz       ( España, 1960 )               

Posesión
Efrén Rebolledo   ( España 1877 - 1929 )

Pudor
Valentín Arteaga         ( España, 1936 )             

Recuerdo de una tarde
Luis García Montero ( España 1958 )

Sin amor
Nira Etchenique   ( Chile )

Tienes ojos de abismo...
Carlos Pezoa Véliz    ( Chile 1879 - 1908 )               

Todo me gusta en ti, mi alma te ansía...                              
Raúl del Real   ( México )

Tu aroma me persigue...                     
Rosa Tenenbaum     ( Argentina )

Vivir o naufragar
Ángel Crespo  ( España, En medio del camino, 1971 )

Y que venga la noche
Carlos Enrique Ungo    ( El Salvador 1963 )            

Y yo te amaba
Liliam Jiménez     ( El Salvador 1922 )


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A media voz
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Al otro lado de mi voz

Sola. Al otro lado
de mi voz distante.
Por tus labios tus ojos
desazón, mar de espejos
pronto a quebrar
en infinitos vidrios.

Raudas mensajeras
febril anidas. Manos
blandas del aire, albas.
Celaje tu boca, trémula.
Te viertes plena
como en mis brazos.
¡Ah vastedad
rasgada por un beso!
Enervas las palabras
hasta la ausencia. Verso
blanco, viento.
                           Callas
y dices de ti más
que un enjambre de verbos
diluyéndote.

Adagios, cálices.
Contigo al otro lado
de mi voz distante.

De "A este lado del alba"

BASILIO SÁNCHEZ              ( España, 1958 )

 

 

Algún día

Algún día te escribiré un poema que no
mencione el aire ni la noche;
un poema que omita los nombres de las flores,
que no tenga jazmines o magnolias.

Algún día te escribiré un poema sin pájaros,
sin fuentes, un poema que eluda el mar
y que no mire a las estrellas.

Algún día te escribiré un poema que se limite
a pasar los dedos por tu piel
y que convierta en palabras tu mirada.
Sin comparaciones, sin metáforas;
algún día escribiré un poema que huela a ti,
un poema con el ritmo de tus pulsaciones,
con la intensidad estrujada de tu abrazo.
Algún día te escribiré un poema, el canto de mi dicha.

DARÍO JARAMILLO A.     ( Colombia 1947 )

 

 


Amé su cuerpo entonces

Amé su cuerpo entonces y su alma.

Su piel fue para mí la tierra firme;
la soñé como un sexto continente
no registrado en mapas todavía.

Soñé con la bahía de su boca.

Su pelo era una selva virgen
que abría su misterio mineral y oscuro.
Soñé con las ciudades de sus pechos.

Los ríos de las venas que afloran en su piel
eran rutas abiertas
a la navegación y al gozo.

Se podía viajar en su mirada.

En las blancas llanuras de sus manos
yo cultivé el maíz y buenas relaciones.

Después no pude estar sino en su cercanía.

OTTO RAÚL GONZÁLEZ      ( Guatemala,  1923 )

 

 

Amor sádico

Ya no te amaba, sin dejar por eso
de amar la sombra de tu amor distante.
Ya no te amaba, sin embargo el beso
de la repulsa nos unió al instante...

Agrio placer y bárbaro embeleso
crispó mi faz, me demudó el semblante;
ya no te amaba, y me turbé no obstante,
como una virgen en un bosque espeso.

Y ya perdida para siempre, al verte
anochecer en el eterno luto,
mudo el amor, el corazón inerte,

huraño, atroz, inexorable, hirsuto,
jamás viví como en aquella muerte,
nunca te amé como en aquel minuto!

JULIO HERRERA Y REISSIG    (Uruguay, 1875-1910





Canción marina en el pinar

Te conocí en el vértice nervioso de una ola,
en la frontera móvil entre el ave y la sal,
entre el astro y el pez. Estabas sola,
centrando la ondulante soledad.
Estabas a media agua, a medio día,
a media nube, a medio caracol.
Abril andaba por la sangre. Ardía
a media primavera el corazón.
¡Qué ruda tiranía
ejercitaba el sol sobre la arena,
sobre tu piel y sobre mi ansiedad!
Contra los bravos músculos del día
"por saborear tu juventud morena"
luchaban los instintos famélicos del mar.
Tus senos, a media alga, a media brisa,
eran proas gemelas a medio navegar;
al aire: eran las aves bebiéndose tu risa;
al agua: eran tus muslos mordidos por la sal.
Como nacen las olas, como los vendavales,
entre las olas estalló el amor.
¡Urgencias del paisaje marino! Los rivales
éramos tres: el mar, el sol y yo.
Después... hacia la tarde y hacia los cocoteros
y hacia tus labios llenos de arena y de sabor...
¡Ah las caricias anchas y densas como esteros
y la sangre en función de mar y sol!
¡Ah los besos salobres, los besos minerales,
y el amor con urgentes costumbres de alcatraz!
¡Ah el amor que se tuesta sobre los litorales
y los besos piratas, sabrosos como el mal!
Nuestro amor es marino, y hoy viene hasta la tierra,
hasta la arisca entraña del pinar;
hoy me hallas en la giba vegetal de mi sierra
( ¡qué de aquel sol y de aquel mar!)
y los labios se buscan...Más...¡espera!...¡Tu risa
ya no es como el oleaje ni como el vendaval,
ya no sabe enredarse como alga tu caricia,
ya los besos perdieron su sabor mineral!
Aquí el amor es arroyuelo y trino,
y clorofila y miel,
y trepa en los peñascos como el pino
y tiene olor a fruto montañés.
Aquí el amor se nutre de gredas y resinas
y es hermano del lirio y del panal.
Los besos son como esas abejas inquilinas
de los robles eternos. Como orquídea y zorzal...
Pero....ese es otro amor. El tuyo es extranjero
en la sierra. No vive sin ola y caracol,
sin los besos salobres, sin besos marineros,
sin la sangre en función de mar y sol.
Este sol es muy frío
para un amor que tiene costumbre de alcatraz.
¡El amor tuyo y mío
no puede aclimatarse en el pinar!
Le digo adiós. No vive de néctar y resinas
el amor que es oriundo del alga y de la sal.
¡Cómo quieres que viva si las aves marinas
caen muertas el día que se alejan del mar!

JAIME FONTANA    (Honduras, Color naval y otros poemas 1972)

 


 

Celos

Tengo celos de ti, por qué negarlo,
tengo celos de ti, celos rabiosos,
celos de la sonrisa de tu boca,
celos de las miradas de tus ojos,
cuando yo no te oigo... cómo hablas?
Cuando yo no te miro... cómo miras?
Cuando no estoy delante... cómo suenan
los raudos cascabeles de tu risa?

¿Tú sabes que en las miradas de los hombres
hay miradas impuras?
Que unas veces parecen que acarician
y otras parece que desnudan?
Cuando te envuelve una mirada de esas
y sientes que resbala por tu cuerpo
...Qué es lo que piensas?... Dí,
qué es lo que piensas?

Cuando tengo tu mano entre mis manos,
yo sé cómo tu carne se estremece,
cuando es otra la mano que te oprime,
qué es lo que sientes? Di,
que es lo que sientes?
Yo puedo adivinar qué pensamientos
laten en ti cuando de mí te acuerdas.
Cuando es de otro el recuerdo que te asalta,
qué es lo que sueñas?...Di,
qué es lo que sueñas?

Yo te he visto mil veces temblorosa
ante el fervor de mis ardientes frases,
con los divinos ojos entornados
y los húmedos labios anhelantes,
imbuida de amor desvanecida.

Cuando yo soy el amor, el que te habla,
si las palabras son las mismas...dime,
cómo te suenan de otros las palabras?
Tú juras que me has dado
tu corazón, tu cuerpo y tu cariño,
pero nunca sabré si tras tus ojos
se esconde un pensamiento que no es mío.

Y qué importa tu cariño entonces?
Qué vale la escultura de tu cuerpo
si son los pensamientos de tu alma
como villanos que arrebatara el viento?

PEDRO MATTA    (España, 1875 - 1976)

 

 

Como si fuera un rito...

Como si fuera un rito
dejé por las cubiertas
las ropas que oprimían
mi piel y mis deseos.

En la quietud serena,
oscura, de la noche
quedé desnudo y libre
en actitud de entrega.

Estrellas infinitas
gimieron en mis brazos
y yo gemí con ellas
sediento, enamorado.

Estuve como un dios,
minutos, tal vez horas,
desnudo y voluptuoso
engendrando galaxias.

Los cúmulos trajeron
la lluvia hasta mi pecho
que fue corriendo dulce
en brazos, vientre, sexo...

Desnudo fui tomando
el mundo que dejara
y fui de nuevo el hombre
de los cansados ojos
y las cansadas ansias.

ARIEL CANZANI        ( Argentina )

 

 

Como sombra ignorada

No tener un regazo que nos brinde, piadoso,
tras los rudos cansancios del humano fracaso,
la ilusoria certeza de un sereno reposo.
¡No tener un regazo!

No tener una estrella cuyos níveos fulgores
en el alma nos rimen la sonata más bella,
en la noche enlutada de los torvos dolores,
¡No tener una estrella!

No tener un perfume redentor del cautivo
corazón, que en las redes del pesar se consume,
con la amarga nostalgia del recuerdo más vivo,
¡No tener un perfume!

No tener una amada, melancólica y buena,
que nos cante, muy quedo, la canción ya olvidada
del amor, y que sepa suavizar nuestra pena...
¡No tener una amada!
Y estar lejos, muy lejos del edén florecido;
y seguir siendo triste, soñador, dolorido,
y pasar por la vida como sombra ignorada,
sin tener para el alma que triunfó del olvido,
¡ni regazo, ni estrella, ni perfume, ni amada!...

Pablo Abril de Vivero    ( Perú 1894-1987)

 



Contemplación

Me hallé mirando
tu desnudez mojada;
el agua por tu rostro,
el agua por tu pecho
intrépida bajaba.

Como si acaso fueras
por ella poseída
y un hálito indecible
me arrebatara vida.

Uní junto a la tuya,
mi desnudez ardiente;
el agua entonces fría,
acarició mi frente,

me acarició la carne
y el alma ardiente daba
consejos que a mis manos
fogosas ordenaba.

Vagué por tus perfiles,
vagaste por los míos,
sentimos deshacerse
nuestros profundos fríos.

Mientras que escurridiza
y cual testigo muda
el agua nos brindaba
su erotizante ayuda.

FRANCISCO ARGENTEO    (Colombia, 1962)

 

 


Cuando ella se viste y se va

Cuando ella se viste,
la lenta transformación de un cuadro veo.
Cuando ella se viste mientras llueve
y queda presa en el terrible lacrimario,
destilan sangre las acacias.

Como una criatura carroliana
introduce sus piernas en las medias de cristal,
y los peces de cera crepitan:
acaba de arrojar un puñado de diamantes contra el suelo.

     Se sigue vistiendo
y lenta
transforma su cuerpo.
Su cuerpo es una nave de conquista que surca aguas de nadie;
el trauma corrosivo de la gran ciudad.

Se tambalea el cuarto bajo su paso romano,
mientras una brocha llorosa
pinta de color su indumentaria;
la tristeza del negro para su jersey,
el alegre fresa para su falda de metal.
     Como un áspid el collar se enrolla a su garganta;
son siete vueltas de dolor.
Luego, las oscuras sombras de los ojos,
dibujadas con una línea de carbón
que enarca también las cejas del orgullo.
Así queda la memoria, o el olvido,
en su mirada de ultratumba.

Fuera, en la calle, ha dejado de llover.
     Negros son los zapatos de largo tacón
que impulsan su figura.
     Y tras la última contemplación ante el espejo
resuena la hoja de la puerta y se va.
Se va.
Se ha ido.
Por la calle traspasada de un fuerte olor a tierra y pasto,
camina.
              Queda en la estancia,
entremezclado,
el delicado perfume de rabanne
y reinando en la recia mansedumbre del orden,
el aroma, inextinguible, de su ausencia.

"De Elegía y noviembre de la luz"

LUIS JIMÉNEZ-CLAVERIA       (  España, 1948 )

 

 


Dame la mano, amor, que no podemos...

Dame la mano, amor, que no podemos
descansar todavía.
Tendrás que recorrer conmigo el tiempo;
mira cuánta distancia hasta la nieve,
cuántos copos de tierra
para olvidar los ojos del pasado
y encontrar el mañana
con un beso en la boca.

Ya sé que estás herido;
que te fatiga
atravesar la noche
                                y tienes miedo
de que, al final,
nos aguarde tan sólo la tristeza.

Ya sé que te rendiste
muchas veces al sol que deshidrata
todos los corazones;
pero yo te he salvado
trayendo un fresco arroyo hasta tus venas.

Si no puedes con todo
te llevaré en los brazos.
Has visto que soy fuerte
y que puedo arrasar todo el abismo.

Mataré los jaguares si se atreven
a acercarse a nosotros.
Antes de que emprendiéramos el viaje
cogí todas las armas
que tú me regalaste
y me mentalicé para la lucha.

Puedo con el desdén de las anémonas,
con la desilusión
de todos los reptiles,
con la envidia mortal del aguacero.

Apóyate en mi hombro.
A mí nada me agota,
ni siquiera la lluvia.

"De este largo viaje hacia la lluvia"

MARÍA LUISA MORA ALAMEDA        ( España, 1959 )

 


 

De sólo imaginarme...

De sólo imaginarme que tu boca
pueda juntarse con la mía, siento
que una angustia secreta me sofoca,
y en ansias de ternura me atormento...

El alma se me vuelve toda oído;
el cuerpo se me torna todo llama
y se me agita de amores encendido,
mientras todo mi espíritu te llama.

Y después no comprendo, en la locura,
de este sueño de amor a que me entrego;
si es que corre en mis venas sangre pura,
o si en vez de la sangre corre fuego...

ALICIA LARDE DE VENTURINO ( El Salvador )


 


Del pecado de amarte no estoy arrepentida...

Del pecado de amarte no estoy arrepentida,
aunque un oscuro abismo nos separe a los dos,
en tanto que risueña te doy mi despedida,
mis ojos se iluminan para decirte adiós.

No nos debemos nada. Tú me diste tu boca
limpia como el agua fresca del manantial;
y te enlacé en mis brazos, amorosa y sensual,
y apagué en la cisterna mi sed ardiente y loca.

Peregrinos errantes, nuestra ruta seguimos.
Si dos sendas opuestas al azar elegimos,
¿por qué nos rebelamos con violenta actitud?

ROSARIO SENSORES       ( México )

 

 


Dura el amor mientras las cosas duran...

Dura el amor mientras las cosas duran,
mientras callan las cosas o vierten un rumor a nuestra espalda.
mientras el polvo que pobló las cosas
guarda en su olvido el hueco de una mano.

Esta mano de amor que fue penumbra,
tierra oculta que no te conocía,
navega hoy en tu piel como un gesto que tienes,
como un color del día trae tus pasos aéreos.

Una isla viajera invita tu mejilla
y en tus ojos pasean dos ansias de la noche.

Cuando llego a mi casa,
que un corazón llenó de cosas mudas,
allí encuentro esta mano que en tu calor se quema.

"De La invisible memoria del invierno"

JOAQUÍN SÁNCHEZ VALLES        ( España, 1953 )

 

 


El espejo

Me instalo frente a ti, miro tus ojos
y vigilo el espacio donde tu voz me busca.
Me estremece el dolor del encuentro imprevisto,
la sed con que te acercas al borde de mi sombra,
el hueco que descubres en la luz de mi espejo.
La soledad me arropa. Sólo en la noche existo.
Y nunca me detengo sobre el mismo minuto
en el que tú te apoyas para seguir llamándome.
Suéñame de otro modo. Sacude el saco triste
del idioma heredado. Cuéntale a las palabras
las historias oscuras que sólo tú conoces;
diles cómo te asusta mi presencia y mi odio,
cuánta muerte te cuesta acariciar mi huida.
A veces, en el centro mismo de tu pregunta,
me reconozco y corro hacia otra oscuridad:
es amargo encontrar al final de un abrazo
mi propio grito erguido y mi propio deseo.
Por eso me divido, me desdoblo y me hundo
en heridas distintas: me da miedo encontrarte.
Tu sonido es el mío. Tu tristeza, tus ropas
saben a mí, y me escuece el recuerdo adherido
al tiempo conciliado, al tiempo único
en que la conjunción habitó nuestras sangres.

De "Maneras de estar solo"

ELOY SÁNCHEZ ROSILLO          ( España, 1948 )

 

 

Ella

Ella está hecha a semejanza de las cosas que amo.
Se parece a la noche,
o mejor: a una noche sin ausencias.
Ella es exacta.
Cuando la noche escurre, su cuerpo se humedece.
Me permite trepar por mis temblores
y agitar su nombre desde la oscuridad.
Ella es irrepetible.
Nació en las piedras donde empieza mi desorden.

EDUARDO LANGAGNE    ( México )

 


En un cuarto de hotel

En cuartito de hotel lindo y desconocido:
-horizontes azules, focos esmerilados-,
en donde entramos juntos, absortos y turbados
por el fiero imposible que habíamos vencido.

El me besó en la boca, y le entregué rendido
mi cuerpo frágil, dulce, deseoso y extenuado....
¡Oh reposo indecible después de lo pasado!
¡Oh delicia inefable después de lo sufrido!

Yo no sentí rubor de mi carne desnuda.
La dicha me ahogaba como una mano ruda
y el cristal de mis ojos se enturbiaba de llanto,

mientras él de rodillas, con sus besos furtivos,
abrazaba el marfil de mis pies sensitivos
con la fiebre ardorosa de su boca de santo.

MARIA MONVEL    (Chile, 1899 - 1936)

 




Erótica

Cayó sobre tu espalda
la llama de tu pelo,
y quemó la blancura
su ondulación de fuego.

Entre los áureos rizos,
por el amor deshechos,
yo vi calientes, húmedos,
brillar tus ojos negros.

Sin desmayar, erguidos,
redondos, duros, tersos,
temblaron los montones
de nieve de tus pechos.

Y de amor encendida,
estremecido el cuerpo,
con amorosa savia
sus rosas florecieron.

El clavel de tus labios
brindaba miel de besos,
y fue mi boca ardiente
abeja de sus pétalos.

De la crujiente seda,
que resbalara al suelo,
emergió su blancura
tu contorno supremo.

Y al impulso movido
de ardoroso deseo,
se cimbró entre mis brazos
y quedó prisionero.

Me abrasaban tus ojos.
Me quemaba tu aliento.
Y apagó las palabras
el rumor de tus besos.

ENRIQUE DE MESA    ( España, La posada  1928)

 

 

Es difícil decirlo

                                                               A Magdalena

Es difícil decirlo,
lo sé con la certeza de un puño que se rompe,
del gesto torrencial que une ciertas estrellas.

Quiero saber por qué a pesar de todo
hay ritmos que se agotan,
en qué consiste el agua,
la delgadez del mundo y el peso del plomo,
o por qué las palabras se han quedado colgando
sonámbulas, inútiles, aisladas y perfectas.
Es difícil decirlo sin morderse por dentro la sonrisa,
sin necesitar la absoluta densidad del cielo.
Sin pedir a gritos un horizonte de agua que nos transmita dulcemente.

A veces extenderse es tan sólo tocar un mundo que no arde,
o un conjunto de dioses que interpretan su música de vidrio
sonando eternamente a girasol ya piedra.
Tu explosión necesaria, tu pulso original
es un acantilado de ternura,
un punto de partida donde volver a hundirse
hacia tu brevedad de mujer de gato.
Porque es inevitable referirte una vez más al agua,
a la perfecta serenidad de tus manos abiertas,
al geométrico crepúsculo de tus dedos transparentes.

Mujer de arcilla yagua, planeta desnudísimo.
Lo demás sólo es cielo.
                                        Déjame hablar,
hundir las lanzas largas de la noche,
ser una arquitectura de ceniza.
Lo demás sólo es cielo, es inútil el mar contra las cosas,
la sal contra las cosas. En las tardes,
inevitablemente nos perdemos de tanto perseguir las longitudes,
de tanto juntar barro con el barro. No te rompas.
Defiende tus espacios, despedaza tu sangre por la tierra.
No hay más que cielo detrás de las batallas.
También la luz a veces se parte como un hueso.

MIGUEL SÁNCHEZ GATELL          ( España, 1965 )

 

 


Escándalo de olvido

Te llevaré como la caracola
lleva el rumor del mar entre sus dedos,
laberinto de viento y de sonaja,
ruido de selva, escándalo de olvido.
Te llevaré como la estela
de los barcos, perfume de eucalipto,
incienso de jardín, brasa de espuma
que purifica el fuego, escapulario
contra las rocas de los malos sueños.

Porque tu cuerpo suena por mi cuerpo,
tu lengua por mi boca, tu mirada
por el bosque abrasado de mis ojos.
Y no te olvidaré. No. Nunca. Nunca.
Aunque la mar desate sus delfines,
aunque la noche cambie en mediodía,
aunque mi corazón se haga ceniza.

De "Campo de espuma"

JOAQUÍN BENITO DE LUCAS        (España, 1934 )

 




Exaltación

Coróname esta noche con tus brazos morenos;
quiero otra vez el filtro de tu caricia infiel;
aún percibo en mis manos el olor de tus senos
y en mis labios el gusto salobre de tu piel.

Tu cuerpo es el resumen de los goces terrenos;
mi ardor, como una llama, vibrará sobre él;
dame tu boca -estuche de cálidos venenos-,
dame tu lengua -pétalo de enervadora miel-.

Tiéndeme como rútilo manto tu cabellera
y déjame en tus flancos degollar la quimera;
verás que este espasmo de pura exaltación

perpetrará en tu vientre mi inquietud y mi hastío;
como guerrero exangüe sobre el escudo, ansío
yacer descoyuntado sobre tu corazón.

JOSE EUSTASIO RIVERA     (Colombia, 1888 - 1928 )

 

 

Éxtasis

Lienzo embebido en ti
es ahora mi cuerpo,
del todo desasido
y sin otra envoltura que tu imagen.
En mí te llevo como si cargara
sobrecogida sangre.
Sales de ti
hacia el encuentro, génesis reciente,
y yo bebo y respiro
tu exhalación, la rama de tu gozo.
Allí donde se forma
el color de tus brazos enlazados
gira el anillo impar que me contiene.
Nadie me busque, nadie.
Soy tu vigilia,
me disuelvo, pequeña,
en la dulzura que tu pecho emana.
Soy tu sombra y la mía,
soy un desprendimiento de ti mismo.
Allí donde comienza
esa felicidad sufriente y bella,
voy a tu encuentro.
Me despojo de mí
con un sacudimiento
de aterrados manzanos.
Puedo en amor morir que seguiría
recorriendo la tierra con tus pasos,
en tus manos ahogada.

MARÍA GRANATA        ( Argentina, 1920 )

 

 

Hombre en la mar

Y tú amor mío, ¿agradeces conmigo
las generosas ocasiones que la mar
nos deparaba de estar juntos? ¿Tú te acuerdas,
casi en el tacto, como yo,
de la caricia intranquila entre dos maniobras,
del temblor de tus pechos
en la camisa abierta cara al viento?

Y de las tardes sosegadas,
cuando la vela débil como un moribundo
nos devolvía a casa muy despacio...
Éramos como huéspedes de la libertad,
tal vez demasiado hermosa.

El azul de la tarde,
las húmedas violetas que oscurecían el aire
se abrían
y volvían a cerrarse tras nosotros
como la puerta de una habitación
por la que no nos hubiéramos
atrevido a preguntar.

Y casi
nos bastaba un ligero contacto,
un distraído cogerte por los hombros
y sentir tu cabeza abandonada,
mientras alrededor se hacía triste
y allá en tierra, en la penumbra
parpadeaban las primeras luces.

CARLOS BARRAL    ( España, 1928 - 1989 )

 

 

Hundido a mi silencio

Me vestiré sin prisa,
mientras tu luz anida
en el gemido de mi pecho,
encadenada a tus surcos,
tus barrancos y tus selvas.
Me vestiré sin prisa con la piel solitaria,
hecha colina virgen y volcán en llamas.
Tendré la sangre en celo
encadenada a tu batalla,
y tú serás vertiente y filo
en el temblor de la mañana.
Mecido en el aroma de una paz frondosa,
beberás hasta el fondo mi conciencia.
Me vestiré sin prisa, absorta frente al agua,
al viento y a las rosas,
en el suspiro invisible que vela mi silencio,
con la alegría en los ojos
y un olor a ritmo y tierra.
Recorreré la ruta de tu cuerpo ya sin miedo,
y tú, ceñido a mí,
te fundirás tormentoso a mi silencio.
Y de nuevo sí...
encadenada a tu campo,
tu estanque y tu redil  celeste,
improvisaré frutales y nidos de espumas.
Después, cuajado de tristeza... me acosarás,
y al pie de mi ventana dolerás entre mis dudas.
Me obligarás a quererte y te querré ,
lejos del río y de la entrega.

Yanira Soundy  ( El Salvador 1964 )

 

 


Labios bellos, ámbar suave

Con sólo verte una vez te otorgué un nombre,
para ti levanté una bella historia humana.
Una casa entre árboles y amor a media noche,
un deseo y un libro, las rosas del placer
y la desidia. Imaginé tu cuerpo
tan dulce en el estío, bañado entre las
viñas, un beso fugitivo y aquel   -"Espera,
no te vayas aún, aún es temprano".
Te llegué a ver totalmente a mi lado.
El aire oreaba tu cabello, y fue sólo
pasar, apenas un minuto y ya dejarte.
Todo un amor, jazmín de un solo instante.

Mas es grato saber que nos tuvo un deseo,
y que no hubo futuro ni presente ni pasado.

LUIS ANTONIO DE VILLENA    ( España, 1951 )

 

 


La formal

Ponte el pudor.
Está allí, debajo del lecho
junto a las ropas caídas.
Dilúyelo sobre tus mejillas
como si fuese un maquillaje.
Alisa tu piel
y ese tablero de ajedrez borracho
de tu falda de cuadros.
Abróchate la blusa
y adopta otra vez
esa actitud ingenua de muchacha formal.
Ordena tus cabellos y tus prejuicios.
Camina con esa dignidad desvencijada
que usas los domingos
para asistir a misa.

Tan pronto atravieses el umbral
serás nuevamente tú
la pequeña burguesa incomprendida
con tus veinte años de lugares comunes
y tu boca repleta de palabras usadas.
Serás la rutinaria.
La formal.
La limitada.

Creerás otra vez en Dios
así como antes creías en tu cuerpo,
y estarás llena de moral
así como antes estabas llena de mí.

(...) Aquí en mi habitación
quedó tu lujuria hipócrita
y tu doble moral.
Mañana volverás
y entonces te diré las palabras de siempre:
Ponte tu cuerpo
quítate el pudor y las ropas
y ven así, desnuda
a engañarnos pensando
que no hemos empezado a envejecer.

MIGUEL MÉNDEZ     ( Colombia, 1942 )

 


 

La semana sin ti

Quisiera haber nacido de tu vientre,
haber vivido alguna vez dentro de ti,
desde que te conozco soy más huérfano.

¡Oh! gruta tierna,
rojo edén caluroso.
Qué alegría haber sido esa ceguera!

Quisiera que tu carne se acordara
de haberme aprisionado,
que cuando me miraras
algo se te encogiese en las entrañas,
que sintieras orgullo al recordar
la generosidad sin par con que tu carne
desanudaste para hacerme libre.

Por ti he empezado a descifrar
los signos de la vida,
de ti quisiera haberla recibido.

TOMÁS SEGOVIA        ( España-México, 1927 )

 


Lujuria

Cuando murmuras con nervioso acento
tu cuerpo hermoso que a mi cuerpo toca
y recojo en los besos de tu boca
las abrasadas ondas de tu aliento.

Cuando más que ceñir, romper intento
una frase de amor que amor provoca
y a mí te estrechas delirante y loca,
todo mi ser estremecido siento.

Ni gloria, ni poder, ni oro, ni fama,
quiero entonces mujer. Tú eres mi vida,
ésta y la otra ,si hay otra; y sólo ansío

gozar tu cuerpo, que a gozar me llama,
ver tu carne a mi carne confundida
y oír tu beso respondiendo al mío.

JOAQUÍN DICENTA    España 1863 - 1917

 

 


Llega tu mano como una alfombra de agua...

Llega tu mano como una alfombra de agua
Ceremonias de bruma en los lagares
Hay mastines que ladran a lo lejos
un silencio más hondo que el lenguaje
Ceremonias de nieve en los altares
Mientras vibra la guitarra de tu cuerpo
nombro el mundo primero allá en su origen
Siempre hay nieve entre los bosques de sus labios
Siempre hay bruma hacia los páramos del alba
Baten palmas los aqueros de la noche
Qué barquero lejano de horizontes
nos traerá blancos pañuelos de la infancia
Va su mano como una alfombra de agua

JUAN MARÍA CALLES        ( España, 1963 )

 

 

Mecánica de los cuerpos

Acaricio tus formas
suaves
como dunas
que no hay;
beso tus pezones
enhiestos y rosados
como un amanecer.
Tu cuerpo, emblema
crepitante.
Mi alma tiembla
al puro estado de belleza.
Tus ojos,
reposa en ti el impulso
de una corriente azul.
Desciende a mí
tu voz.
La armonía
conquista los espacios
del tiempo
inasequible.

PEDRO SHIMOSE     ( Bolivia, 1940 )

 

 

Mientras dormía

Anoche, mientras dormía,
sentí tu aliento en mi almohada,
me despertó el suave roce
de tus labios en mi oreja,
más fingí seguir durmiendo
para probar el deleite
de tus amores secretos.

Disfruté del jugueteo
de tu lengua por mi cuello,
y de tus dedos expertos
recorriendo sabiamente
mi desnuda anatomía;
uno a uno penetraron
la gruta de mis deseos,
y tu piel más y más cerca
cubrió del todo mi cuerpo.
Tuve que hacer un esfuerzo
para fingir que dormía,
mientras arabas mis carnes,
para fecundar mis sueños.

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Mi olor a ti

Toda mi ropa huele a cuando estabas.
Sería al abrazarte -no lo entiendo-
o que estuviste cerca y se quedó prendido.
Si arrimo mi nariz al hombro o a la manga,
te respiro.
Al ponerme la chaqueta, en la solapa,
y en el cuello de un jersey que no abriga.
Aroma de placer, de feromonas,
de recostarme en ti mientras dormías.
Por mucho que la lave, mi ropa lo conserva:
es un perfume dulce que me alivia
como vestir mi carne con tu piel.
Y está durando más que mi recuerdo.
Tu rostro en mi memoria se disipa,
casi puedo decir que he olvidado tu cuerpo
y sigo respirándote en las prendas
que, al tiempo que me visten, te desnudan.
Pero la ropa es mía.
De tanto olerte en mí, tu olor es mío.

Tu olor era mi olor desde el principio,
fue siempre de mi cuerpo, no del tuyo,
de un cuerpo que lo tengo a todas horas
para quererlo entero como jamás te quise
y olerlo de los pies a la cabeza.
Es el olor de todas mis edades,
del niño absorto y puro,
del claro adolescente eléctrico y espeso,
de un joven con insomnio que soñaba
fantasmas del amor, y es también el olor
que al transpirar mis sueños
dejaron en las sábanas.

Quién sabe tú a qué aspiras sin este efluvio mío,
sin mi esencial fragancia.
Estando en compañía, serás siempre la ausente
igual que si te fueras o no hubieras llegado.
Pues no olerás a nada, no dejarás recuerdo
ni podrás despertar auténtico deseo
ni embalsamar las yemas de los dedos
que un día te acaricien
con un perfume físico y concreto.
Serás para el olfato de los otros
como un espejo para los vampiros.
Y yo atesoraré con más fe que codicia
este perfume dulce de mi cuerpo
que descubrí contigo.
Si quieres existir, respíralo de nuevo.

LEOPOLDO ALAS   (España, La posesión del miedo,1996)

 

 

Mujer de estío

Tu cuerpo está hecho de frutas,
exprimes en la noche un olor a duraznos.

Tu beso va por mi garganta
hasta mi corazón, como el agua de un caño.

Tiembla toda mi piel con tu caricia
como al soplo de Dios las alfalfas del campo.

Eres una bandeja de frutas
puesta todos los días a orillas de mis labios.

JORGE CARRERA ANDRADE       ( Ecuador, 1937 )

 

 

Mujer desnuda

Nevó toda la noche
sobre el jardín de tu cuerpo;
mas todavía hay rosas
y botones abiertos.

Las dóciles hebras sutiles
de la última rama del árbol
caen como lluvias de oro
sobre la firme blancura de los tallos.

Violetas,
que se ocultan
en la hierba de tus pestañas;
apasionadas y profundas.

Hay dos rosas dormidas
con turbador ensueño
en las magnolias impasibles
de tus senos.

Y más oro
en los muslos,
porque pinta el sol la seda
de los musgos.

Y tus pies y tus manos,
menudas y largas raíces,
ahondan la tierra
temblorosa de amor de los jardines.

ENRIQUE GONZÁLEZ ROJO    ( México )

 

 


No decía palabras...

No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueño
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.

Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne;
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Aunque sólo sea una esperanza,
porque el deseo es pregunta cuya respuesta
                                                           nadie sabe.

LUIS CERNUDA    ( España, 1902 - 1963 )

 

 

Ocúltate en mi noche: tengo miedo...

Ocúltate en mi noche: tengo miedo
de que la luz devore tu cintura
y de que en su fragante arquitectura
sus verdes brazos hunda el viento acedo.

No puedo ver tu destrucción, no puedo
verte asediada por la crueldad pura,
mientras se apaga, ingrávida criatura,
la forma que al temblar de amor te cedo.

Sólo esparcida en mi cercado ahondas
tu humana plenitud, como las ondas
que turban y propagan la corriente.

Ocúltate en mi noche, amor, descansa:
déjame ser la sombra y la esperanza
que guarden tu relámpago inocente.

JUAN REJANO      ( España, 1903 - 1976 )

 




Olvido

Se me olvidó tu nombre,
no recuerdo
si te llamabas luz o enredadera,
pero sé que eras agua
porque mis manos tiemblan cuando llueve.

Se me olvidó tu rostro y tu pestaña
y tu piel por mi boca transitada
cuando caímos bajo los cipreces
vencidos por el viento,
pero sé que eras luna
porque cuando la noche se aproxima
se me rompen los ojos
de tanto querer verte en la ventana.

Se me olvidó tu voz, y tu palabra,
pero sé que eres música
porque cuando las horas se disuelven
entre los manantiales de la sangre
mi corazón te canta.

CARLOS MEDELLÍN     ( Colombia, 1928 - 1985 )

 

 

Para ser más de ti...

Para ser más de ti
he querido estrenarme por la fiebre,
sofocar los aleros de tu risa,
reventar como un trueno.
Encenderme o morir
anónima en tu vértigo,
para ser más de ti.

Para ser menos mía y de las cosas
he querido velarme por tu anchura,
deshabitarme entera
por dentro de tu piel y de tu sangre
y anclarme donde el Mar
derrota sus fronteras.

He querido, escalando hasta tu vértice,
recorrer el oleaje de tu boca,
trazarme geometría
más allá del abismo y de la esfera,
circular por tu puño, exactamente,
hasta hacerme destino de tu mano.

Ceñido, como un tacto por la piedra,
me alcanza el alambique de tus ojos,
súbito y necesario como un rezo.
Desertora de venas transitivas
he querido vivirte, amor, para vivirte,
para ser más de ti,
para oficiarte, amor, sobre la Vida.

"De Lava de labios"

CARMINA CASALA         ( España, 1949 )

 

 


Pasión de encuentro

Espero tu cuerpo y tus dientes
con la vehemencia de las palomas,
espero tu sueño y tu reloj parado
justo en la palma de la risa,
espero tu boca, tus muslos, tu cabellera
lisa e infinita cuando no ríes o cuando no lloras,
espero tus procelosas manos y tu vientre ágil
como las golondrinas,
espero tus pies de luz, descalzos de ciudad,
espero tu silencio y el sonoro vaivén de tus labios.
Mar , déjame recordarte como entonces,
como siempre,
con la ceniza en mis ojos
y mirarte ahora que la tierra toda me rodea
y se me sube hasta los hombros,
como siempre, sábado y rocas grises,
espero volver a tus olas
y que me devuelvas como un tren mi abrazo
y que me dejes ver tus estrellas más profundas.
Tú llegabas, risa de las aguas...

De "Los pasos de la ceniza"

JOSÉ LUIS DÍAZ             ( España, 1960 )

 



Posesión

Se nublaron los cielos de tus ojos,
y como una paloma agonizante,
abriste en mi pecho tu semblante
que tiñó el rosicler de los sonrojos.

Jardín de nardos y de mirtos rojos
era tu seno mórbido y fragante,
y al sucumbir, abriste, palpitante,
las puertas de marfil de tus hinojos.

Me diste generosa tus ardientes
labios, tu aguda lengua que cual fino
dardo vibra en medio de tus dientes.

Y dócil, mustia, como débil hoja
que gime cuando pasa el torbellino,
gemiste de delicia y de congoja.

EFRÉN REBOLLEDO     ( España, 1877 - 1929  )

 

 

Pudor

Un pudor casi en cueros va envolviéndote
todo el cuerpo en el rostro en este instante
de música o de río. Son tus ojos
una playa en el sol; desvistense
a contraluz los dientes, el flequillo
resonando en las cejas. Y sonríes
qué pensamientos, árboles, tal como
un relámpago en sombra junto al mar
de la memoria ahora desnortara
las barcas de la tarde. Está desnudo
el cosmos en tu rostro. Por las olas
de tus mejillas, aire detenido,
respira la emoción, fruta el ambiente
un perfume de albatros, un mareo
o un imán de qué lluvia. Te he encontrado
perforando el poniente. El cuello es
dulcísimo arrecife, un archipiélago
de ternura el mirarte, bienvenida
tu existencia a esta orilla del silencio
mojado entre tus labios. Ah, tu boca...
Ah, quédese por siempre dibujada
en mitad del paisaje -sed en línea-,
del horizonte lleno de deseos
desvistiendo tu estío. No te muevas.
Tu rostro es esencial. Tienes la magia
del perfil del ensalmo, todo el cuerpo
hasta tu cara irrumpe como un río
del que yo fuera afluente interminable.

"De Un rostro va en su música"

VALENTÍN ARTEAGA         ( España, 1936 )

 

 

Recuerdo de una tarde

Aquel temblor del muslo
y el diminuto encaje
rozado por la yema de los dedos,
son el mejor recuerdo de unos días
conocidos sin prisa, sin hacerse notar,
igual que amigos tímidos.

Fue la tarde anterior a la tormenta,
con truenos en el cielo.
Tú apareciste en el jardín, secreta,
vestida de otro tiempo,
con una extravagante manera de quererme,
jugando a ser el viento de un armario,
la luz en seda negra
y medias de cristal,
tan abrazadas
a tus muslos con fuerza,
con esa oscura fuerza que tuvieron
sus dueños en la vida.

Bajo el color confuso de las flores salvajes,
inesperadamente me ofrecías
tu memoria de labios entreabiertos,
unas ropas difíciles, y el rayo
apenas vislumbrado de la carne,
como fuego lunático,
como llama de almendro donde puse
la mano sin dudarlo.
Por el jardín, el ruido de los últimos pájaros,
de las primeras gotas en los árboles.

Aquel temblor del muslo
y el diminuto encaje, de vello traspasado,
su resistencia elástica
vencida con el paso de los años,
vuelven a ser verdad, oleaje en el tacto,
arena humedecida entre las manos,
cuando otra vez, aquí, de pensamiento,
me abandono en la dura solución de tus ingles
y dejo de escribir
para llamarte.

LUIS GARCÍA MONTERO     ( España, 1958 )

 

 

Sin amor

Si por lo menos
no hubieras dicho que me amabas,
si sólo hubieras dibujado con tu mano cabal
la mansedumbre de mi cuerpo,
si me hubieras asaltado en silencio,
como el agua,
si hubieras venido a mí como un sonámbulo,
todo pulso, y calor, y piel, y lengua.
Si por lo menos
no hubieras dicho que me amabas,
esta noche,
esta noche tan amarga
me sería más fácil caminarla.
Caminarla sin ti que estás mordido
como pan de vagabundo en la ventana,
caminarla sin ti, que te has herido
como pájaro de vientre prolongado.
Si por lo menos
no hubieras dicho que me amabas,
si sólo hubieras llegado con tu hoy
simple y rotundo como un cero
y nada más, y nada de tu ayer y tu castigo,
y tu culpa y tu viejo carro uncido.
Si me hubieras penetrado sin palabras
solo y único, en silencio, acorazado.
Si me hubieras medido con tu carne
con la boca afirmada a la moneda,
si me hubieras logrado sin hablarme....
Si por lo menos
no hubieras dicho que me amabas,
si solo hubieras descendido oscuro
y anónimo y feroz y enmudecido,
qué fácil caminar por esta noche
de ciudad dilatada en bocacalles.
Qué fácil detenerte en las esquinas
y en las manos que juegan a ser rosas
sobre el límpido cristal de las vidrieras.
¡Qué fácil el otoño y el olvido!

NIRA ETCHENIQUE    ( Chile )

 

Tienes ojos de abismo, cabellera...

Tienes ojos de abismo, cabellera
llena de luz y sombra, como el río
que deslizando su caudal bravío,
al beso de la luna reverbera.

Nada más cimbrador que tu cadera,
rebelde a la presión del atavío...
Hay en tu sangre perdurable estío
y en tus labios eterna primavera.

Bello fuera fundir en tu regazo
el beso de la muerte con tu brazo...
Espirar como un dios, lánguidamente,

teniendo tus cabellos por guirnalda,
para que al roce de una carne ardiente
se estremezca el cadáver en tu falda...

CARLOS PEZOA VELIZ     ( Chile, 1879 - 1908 )

 


Todo me gusta en ti, mi alma te ansía...

Todo me gusta en ti, mi alma te ansía:
porque eres más divina que una santa.

Me gusta el alocar de tus cabellos,
la eterna rebeldía que hay en ellos;
me gusta la locura de tu risa,
de esa risa más franca que la brisa;
me gusta el terciopelo de tus ojos
y la lujuria de tus labios rojos...

Todo me gusta en ti, todo me encanta;
la tersura sin par de tu garganta,
el bello naciente de tus senos
ánforas que el placer mantiene plenos.

Y aquellos dos botones excitantes
que besaron mis labios lujuriantes
cuando abatí, rendido, mi cabeza
rezando ante el altar de tu belleza.

Todo me gusta en ti, mi alma te ansía;
pero... una cosa tuya me quebranta;
tu excesivo flirteo en Galathea,
tu morbosa ansiedad de hacer que crea
todo aquel que te ve y que te admira,
que es tu amor hacia mí, pura mentira;
un amor que resurge en el ocaso
de otro amor que finó con el fracaso.

Todo me gusta en ti, pero es en vano
que ponga sobre ti un cariño humano...

Nos separa un abismo: el de tu vida,
una vida de orgía indefinida
y un amor: el amor al que diste
lo que, acaso, tú nunca presentiste.

Todo me gusta en ti; mi alma te ansía:
si algún día pudiera hacerte mía
¡cuánto yo te amaría!

RAÚL DEL REAL   ( México )

 


Tu aroma me persigue...

Tu aroma me persigue.
¿Qué le explico al alma
cuando la sangre
se nos va en urgencias?
Cómo le digo
que no está bien
ni es bueno,
a esta altura,
permitirse sentir.
¡Como si fuera fácil
poner bridas al fuego,
frenar el mar
o acallar los truenos!
En este punto, pues,
alma querida
que moviste todos los resortes,
calla.
Calla.
No pongas en mi boca
palabras de locura.
La pluma, silenciosa,
trasuntará la angustia.
Tu y yo, alma, sabremos el secreto.
Ni siquiera él compartirá la bruma,
ni conocerá nunca
la medida justa
del dolor de querer, con toda el alma.
Sin respuesta, sin luz,
sin esperanza.

ROSA TENEBAUM      ( Argentina )

 

 

Vivir o naufragar

Déjame que me acerque a ti
a mojarme en tu piel,
en el olor
de tu voz, pues ya quiero
vivir o naufragar de muerte tuya.

Déjame
decir para que no
me entiendas las palabras,
igual que el mar no sabe
de vientos.

Déjame
dejarme junto a ti:
que yo me ahogue
en la luz de tus hombros,
haga pies
por donde tu cintura.

Déjame
beberme el mar,
amar el mar,
al abra de tus ojos.

Déjame
dejarme estar, bien hondo,
allá donde solemos,
donde no
se oye la brisa siempre.

Es cuando veo
caer un arco iris, levantarse
un pozo de tus manos.
O, como suele ser,
cierras el mundo
y sólo hay mar.

Un río
somos los dos, andamos
para que yo me hunda
en tus innumerables
olas,
pasamos juntos
por el solo paisaje
que se nos vive.

Déjame
cortar todos los árboles.

ÁNGEL CRESPO    ( España, En medio del camino 1971 )

 

 

Y que venga la noche

Regálame la risa de tus ojos, 
la tenue luz de tu sonrisa, 
y el milagro de tu nombre 
en mi boca. 

Regálame la humedad de tus besos, 
el tibio manto de tu abrazo,
y el mar embravecido de tu cuerpo 
 junto al mío. 

Regálame el amanecer de tus pasiones, 
el espejo frágil de tus lluvias, 
y tu inocencia hecha mujer 
con mis caricias. 

Regálame tu amor 
amor 
y que venga la noche…

CARLOS ENRIQUE UNGO      ( El Salvador, 1963 )

 

 

Y yo te amaba

Y yo te amaba
antes que el rocío
cayera como lágrima en la tierra,
antes de que los campos
se inundaran de luz en la mañana,
antes que la materia
sacudiera el silencio
al revelar su signo.
Y yo te amaba desde siempre
y te buscaba en la espiral del tiempo:
en cada Edad y en cada círculo
del porvenir incierto,
a través de la lluvia y de los mares,
a través de la sombra y del abismo,
a través de mi grito y de mi sueño.

En las calladas noches
esperaba tu barco
para que anclara un día
sobre mi corazón de fuego.
Y vencedor llegaste, desatado,
a mi sedienta isla
con esa magia que te ha dado el tacto.
¡Oh sitiador violento
de todos mis caminos!
Y vencedor llegaste perforante,
a turbar el silencio
de mi febril espera.
Y a mí viniste,
vertiginoso río,
sobre mis valles y montañas
a destrenzar los vientos
y a despertar los pájaros del sueño.
Y a mí viniste
con resplandor de estrella
hombre de musgo y de metal oscuro,
una pirámide, un templo
alzose con tu imagen.
Fundiste entre mis aguas
tu rostro de granito.

Ahora la esperanza
como sedosa hiedra
ha subido segura por mis huesos.
Hay un incendio
de amor sobre mi pecho:
crecen las llamas de mi propia brasa.
Agitaste las pasiones
sobre el tendido valle de mi cuerpo:
vivió el calor la luz;
el vino de mi sangre derramose
en ondulante río,
crecieron las rosas del silencio
y un vendaval de ruiseñores
cantó la Primavera...

Por tu cuerpo de miel
sonríe un mundo musical,
de extraña aurora:
entretejidos sueños para el hombre
que vuelca su esperanza
en colectivos rostros.
Acaso en uno de tus puertos
quedóse un jeroglífico
quizás indescifrable...
Hay un cristal azul sobre tu pecho
que refleja otra patria y otro siglo,
un vuelo de palomas por tus manos
y un olor a limón en tus colinas.
Eres la tierra
el rumor intacto
el agua transparente y la poesía.

Quisiera estar contigo
temblante cada noche
-gacela herida a tu costado-
donde siempre el silencio
tendiera ya sus alas.
En la callada pieza,
y se duermen los ecos y los ruidos;
cuando el gemir yacente no te puebla
y se quedan tus labios apagados
-amortajadas rosas del silencio-
tus poros brotan un sudor tranquilo
que va cayendo de tu piel oscura
como rocío de la noche inmensa:
quedando florecido
el trébol soledoso de mi cuerpo.

Hoy pudiste conducir
tu deseo hacia mis muros,
sumergirte gozoso
en los ocultos mares de mi gracia,
hombre de sed, de húmedo tacto,
descubridor de mis sentidos,
buceador en las aguas
de mis ríos lentos.
Tuyo es mi barro
con su antigua leyenda
de palpitantes sueños
y tuyo mi destino
de sinuosos cauces.

No me dejes a solas
con el roto silencio
y con la inocencia perdida.
No me dejes a solas
como temblante estatua
en luminoso fuego.
No me dejes en sonoroso
marea amurallada
en este laberinto de la vida.
Deja que mis ojos se sequen
de mirarte siempre
y mis palabras giren
llenas de júbilo
para buscar el viento.

LILIAM JIMÉNEZ      ( El Salvador, 1922 )

 

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