Reseña biográfica

Poeta, ensayista  y novelista alemán nacido en Danzing, (hoy Polonia) en 1927.
Es una de las figuras más importantes de la literatura alemana contemporánea.
Perteneciente a una modesta familia, mostró desde niño inclinación a la literatura, gracias a la  gran facilidad para escribir y su impecable dicción.
Prestó servicio militar en la fuerza aérea alemana durante la II Guerra Mundial, y posteriormente estudió en la Academia de Artes de Düsseldorf y en la Academia de Bellas Artes de Berlín.
Saltó a la fama mundial con su obra "El tambor de hojalata", después de la cual ha publicado, además de novelas, dramas, poemas, y escritos de carácter cultural y político.
En 1999 obtuvo el Premio Nobel de literatura y el premio Príncipe de Asturias de las Letras.
Reside actualmente en Berlin.



 

Poemas de Günter Grass:



Al final tres deseos

Amor

Amor en agosto

Danza de los velos

Danza en la nieve

Estadio de noche

Fuertes golpes

Sobre pies de barro

Tango mortale

Un milagro

Varados      

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Al final tres deseos

Ven, baila conmigo mientras aún aliente
y exista de suelas arriba.
Lo que de cambiar el paso he aprendido desde mi infancia
me sigue siendo conocido, como la palma de la mano,
pero a menudo, en la pantorrilla izquierda siento un golpeteo,
un dolor que se me va cuando estoy quieto.
     Te pido pues una pausa de tolerancia
     hasta que esté ágil para la otra danza.

Ven, acuéstate conmigo, mientras esté erecto lo que más me importa
y se dé importancia, como si estuviera puesto a prueba,
algo que en todo el mundo funciona según estadísticas:
cerca del círculo polar, en el desierto de Gobi incluso los ancianos
hacen el coito antes de expirar
y buscan el placer a cualquier precio.
     Comprende, pues, la paciencia es un apoyo
     antes de que él -te extrañas- llegue al hoyo.

Ven, mírame: a ver si sé hacer el pino
y al verlas al revés reconozco las cosas,
igual que antes siempre mirando desde arriba, como una jirafa,
y desde abajo, de través, como gusano humano,
todo cuadraba para mí: lo que impedía ser feliz
y qué era primero en el mundo: el huevo o la gallina.

     Haciendo el pino, pues, en esta posición
     -compréndelo- parezco un signo de interrogación.

Ven pues, acuéstate, baila, pásmate y mira
de qué soy yo aún capaz con humor y sin ira.

Versión de Eustaquio Barjau

 

 

Amor

Es esto:
Transacciones sin efectivo.
La manta siempre un poco corta.
El contacto flojo.

Buscar más allá del horizonte.
Rozar con cuatro zapatos las hojas muertas
y frotar mentalmente pies desnudos.
Arrendar y tomar en arriendo corazones;
o en la habitación con ducha y espejo,
en un coche alquilado, con el capó hacia la luna,
dondequiera que la inocencia se baja
y quema su programa,
suena la palabra en falsete,
cada vez diferente y nueva.

Hoy, ante la taquilla aún cerrada,
susurran, de la mano,
el avergonzado viejo y la vieja delicada.
La película prometía amor.

Versión de Miguel Sáenz

 

 

Amor en agosto

Cuando los dos juntos
entre las arañas y debajo de las arañas,
nos vamos, con muchos miembros, a la red,
que, hecha en casa,
me coge a ti y a mí,
somos
     el uno
          presa
                del otro.

Versión de Eustaquio Barjau

 

 

Danza de los velos

Y cae otro
pues tu vestuario, inagotable:
el cajón de los saldos, en liquidación.

Y menos enredada en cada uno,
hay una historia:
continuará.

Y, velada siempre de nuevo,
entregas sorpresas,
a veces trágicas, a veces cómicas.

Y cada tela revela, transparente,
la que sigue, que a su vez
es transparente.

Y en torno a ti, sólo en torno a ti,
gira, gira
a cámara lenta todo.

Y queda intacto
lo que tu codicia -rica en lágrimas­
ha ahorrado.

Y así, una y otra vez,
la belleza tapada sigue siendo
especulación.

Y como cinco mil años y más,
bajo velos, están almacenados,
no cesa nunca, tu danza.

Y yo -acostumbrado al striptease­
te voy mirando, impaciente,
y un poco enervado.

Versión de Eustaquio Barjau

 

 
 

 

Danza en la nieve

Después de tantos cambios de tiempo,
duros se levantaban unos árboles ante un gris mojado,
ninguna otra cosa se le ocurría al invierno-
¡nieva!, ¡nieva!
Sobre el este y el oeste cae nieve,
cubre, iguala,
como si, por obra del tiempo,
hubiera vencido el socialismo
y Mariano Medina, el hombre del tiempo que empuja las nubes,
fuera -inmediatamente después del telediario-
su profeta.

Bailemos en la nieve, así,
mientras siga aquí, dejaremos huellas
en el blanco que crepita,
huellas que queden, huellas que queden,
hasta que -está anunciado- llegue el deshielo,
este u oeste, desnudos de nuevo
y sin manto, se puedan distinguir.

Bailemos en la nieve.

Versión de Eustaquio Barjau

 

 
 

 

Estadio de noche

Lentamente ascendió el balón en el cielo.
Entonces se vio que estaba lleno el graderío.
En la portería estaba el poeta solitario,
pero el árbitro pitó fuera de juego.

Versión de Miguel Sáenz

 

 

Fuertes golpes

Primero tintinearon los vasos,
luego nosotros, a dos voces,
pero nada se hizo añicos.

Versión de Eustaquio Barjau

 

 

Sobre pies de barro

Luego, casi lista
y habiendo conseguido una figura esbelta,
en mitad de la danza, se desplomó
una pareja,
cayó hecha añicos.

Bellamente, en el suelo, los miembros,
en desorden.
Grietas, a lo largo de la espalda,
y roturas limpias
liberaban espacios huecos.

Ellos seguían danzando,
lisiados, aplastados
los pies de barro,
ella desatinada, él todavía
con mirada firme.

De nuevo quiero dejar
que los dos surjan,
más altos, habiendo conseguido mayor esbeltez aún,
con el paso de danza afianzado,
inmunes a toda caída.

Sin embargo, lo sé: posiblemente
siguen hechos añicos.

Versión de Eustaquio Barjau

 

 
 

 

Tango mortale

Orden, como desde arriba: el cuerpo que huye el cuerpo,
estirado, está en fuga,
así es como esto nos arrebata.

Ningún abismo, pero una vastedad a la que,
como si hubiera espejos alrededor,
lanzamos miradas que se pierden.

Y luego, ordenado: volver hacia dentro.
Nos movemos en el sitio, en lo más interior del sitio
y seguimos el compás.

Caídas contadas, las casi-caídas,
los pasos que siguen, vacilan, retrasan,
arrastran, posponen el fin.

¡No muere, no muere! Este yo de dos,
en tanto que el tango, el tango mortale
siga una forma de paso.

Con lo que queda de aliento en la fiesta sin nadie.
Los dos se celebran, y al final, no obstante,
esperan aplausos.

El dolor es sólo máscara. En disfraz nos deslizamos
en pista sin límite, pisándole a la muerte los talones
y a nosotros también.

Versión de Eustaquio Barjau

 

 

Un milagro

Hace un momento todavía flojo y gastado,
después de tantos años de uso,
él está de pie
     -¡qué milagro!,
          está de pie-,
quiere ser objeto de tu asombro, del mío y del tuyo,
difamado y al mismo tiempo útil.

Versión de Eustaquio Barjau

 

 

Varados

Tras empinado ascenso,
hasta llegar más alto que las nubes
y más arriba aún,
Ícaro e Ícara se precipitan
más rápido de lo previsto,
pero aterrizan suavemente en las dunas,
donde -más empinado aún-
planean el siguiente vuelo.

Versión de Eustaquio Barjau  
 

 

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