"Quería ser ave fénix, amor, qué engaño,
    qué fraude sustentaba mi proyecto..."

"Springtime"

Alphonse Mucha

 

 

 

Reseña biográfica

Poeta española nacida en Menaza, Palencia, en 1962.
Desde 1970 se trasladó con su familia a Bilbao donde se licenció en  Filología Hispánica por la Universidad de Deusto.
Actualmente vive en Madrid donde ha sido coordinadora del suplemento Culturas de «Diario 16». Dirige desde su creación,
en 1996, de Revista de Libros, de la Fundación «Caja Madrid» y además colabora en la revista de poesía La alegría de
los naufragios
  y en la sección Contemporáneos del suplemento cultural del periódico «ABC».
Su obra poética está compuesta por «Un lugar para el fuego» 1984,  «Memorial de Amauta» 1988, «Mar en sombra» 1989,
«Dados y dudas» 1996,  «Tótem espantapájaros», «La sed del río» y «Lázaro se sacude las ortigas» 2006.
Ha sido galardonada con los premios de poesía Adonáis en 1984,  Alonso de Ercilla del gobierno Vasco 1995, con el accésit
del Jaime Gil de Biedma en 1996 y el Premio Francisco Quevedo de poesía 2006. ©

 

 



Amanece en el tren. Un rumor de raíles desata...

Cavar una fosa...         

Ceniza

Certidumbre de ausencia        

Cuando quise leer la caligrafía de las brasas...

De luna acuática y ballenas

Desasosiego de otoño        

Desde el piso diecinueve de un rascacielos...

Desde nunca te quiero y para siempre...

El gran teatro del mundo

El sueño de los caballos muertos

Hacia los afluentes

Imán de ti       

Itaca no existe

Para siempre

Patio interior...

Ritual de violetas     

Sin razón

Tótem I         

Tumba de pájaro

Un instante en relieve...


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Amanece en el tren. Un rumor de raíles desata...

Amanece en el tren. Un rumor de raíles desata
la cremallera de un paisaje. El cielo abre sus
párpados, instante en que no sabes si acabas de
partir o estás a punto de llegar. No sabes si
el mundo huye de ti o eres tú velocidad de fuga
entre sus fauces. Te abandonas al presagio de una
selva lejana, esperas el placer de su espesura.

De "Dados y dudas" 1996

 

 

Cavar una fosa...

Cavar una fosa.
Edificar una casa.

Sobre las ruinas de las ruinas,
ahora y siempre por los siglod de los siglos,
la vida siempre en obras.

Un basurero atesora
la indiferente memoria de los días.
Quién reciclará nuestros despojos,
quién regalará fascículos
con nuestra colección de instantes,
qué teletipos darán noticia
de la simulación de un sueño,
quién archivará cuidadosamente nuestros nombres
y hará el penúltimo inventario,
en qué autopista o hiperespacio habitaremos.

Qué Internet hacia Dios por si lo escucha.

Entre derribo y derribo,
cavar una casa,
edificar una fosa.

De "Dados y dudas" 1996

 

 

Ceniza

Sólo aguas en tregua
nacidas para ser ceniza múltiple del viento.

Ya ves qué paradoja
                                     amor, qué despropósito,

quería ser ave fénix,
                                   amor, qué engaño,
                                              qué fraude sustentaba mi proyecto,

quería volver como un corcel glorioso,
                                               como un crepúsculo de llama
                                                                                        recurrente
y amanecer contigo en lo absoluto.

Me he muerto tan despacio como el humo
y mis alas de barro no sabían volar.

De "Un lugar para el fuego" 1985

 

 

Certidumbre de ausencia

Regreso al mismo café.
Las horas lentas que pasaron en vano
atraviesan conmigo la puerta giratoria.
Y al fondo, entre las mesas,
una sonrisa tuya me mira como entonces.

Pero otra vez esos labios extraviados
tampoco son tus labios,
no hay sonrisa y el mármol de esta mesa
certifica en mis manos un mensaje de frío.


 

 

Cuando quise leer la caligrafía de las brasas...

Cuando quise leer la caligrafía de las brasas,
las palabras sin certezas hacían un ruido de celofán
entre los dedos, ya entonces alguna brecha abierta,
arrugas que no supe interpretar. Las manos de un
alfarero loco modelaban mi sombra y el orfebre puso
a secar mi corazón encima de la empalizada.

De "Dados y dudas"  1996

 



De luna acuática y ballenas

                                                                                               A Unica Zürn
                                                                                             y Luisa Castro

Noche profunda de luna acuática y ballenas.

Escuchas
cómo nutre a las piedras esta luz aturdida;
el viento tiembla
-tremor de lecho sobre el lomo del mar-
entre sus lentas fauces
otras voces rozan apenas tu pozo de ansiedad,
                                                                    leve murmullo.

Profunda luna de noche acuática y ballenas.

La claridad renace como una grieta en la penumbra,
tal vez desciende del otro lado
                                                     de unas manos abiertas para ti,
la densa irrealidad que tibia ondea
                                                       tu sueño más anónimo.

Y aún seguirás en la playa
a la hora en que se duerman los albatros,
predestinada a recoger eternamente la lujuria del agua
y un laberinto de algas ascendiendo a tus sienes
cuando toda la sed es muerte inaplazable.

Oyes tu desnudez,
oyes nadar más lejos su imperio ensimismado
-la luna está besando sus grandes ojos tristes-
y susurras un nombre: "Moby Dick"
con el agua en los labios,
ahora que todavía sabe a sal su piel de luna

más profunda de noche acuática y ballenas.

De "Memorial de Amauta" 1988

 

 

Desasosiego de otoño

Tampoco tienen fecha las hojas de este otoño
y acaso no es verdad que su mundo agonice.
Ni queda amargura en sus grietas
ni sus arrugas aguardan la soledad del invierno.

Es sólo levadura, madriguera,
lazada de luz cuando reposa,
cuando cierra los ojos
para buscar los nombres de lo oscuro.

Pergaminos, venas izadas,
nervios que han excavado la piel,
los profundos ríos de montaña
que se dibujan en tus manos.

No hay desembocadura en este instante
detenido en la pared de un día,
en los muros de una casa que no existe,
el limbo del soñador y sus iconos.

Caminos superpuestos,
desde el Austral al Ártico,
sólo el imán del útero en letargo,
el jirón de inquietud que te faltaba
para soñarte sin gravedad.

De "Lázaro se sacude las ortigas" 2005

 



Desde el piso diecinueve de un rascacielos...

Desde el piso diecinueve de un rascacielos
el lago Michigan helado, lápida de cristal,
un blues para la noche desde arriba.
Pensar si no habré muerto a miles de kilómetros
y el purgatorio sean diez grados bajo cero,
esos puentes alzados como cruces
o esta soledad de nieve contra el rostro.

De "Dados y dudas" 1996

 

 

Desde nunca te quiero y para siempre...

Desde nunca te quiero y para siempre,
desde todo y quizá y para siempre,
desde el rotundo rayo que sube por la acequia de las horas
al látigo crecido en mis pupilas ponientes,
veloz mi voz, mi viento:
vértigo de desembocadura
y el más ingrato delta para acabar el viaje.

Hasta la nada espero,
hasta lo lejos de la memoria inútil y el cráter sin crepúsculo,
hasta la duda embriagada de rótulos celestes,
en la fiebre y la luna imantada de agosto.

De "Un lugar para el fuego" 1985

 

 

El gran teatro del mundo

Caen,
dices,
devotos labios de nácar descreído
y hace mucho que la lluvia
sembró algunos silencios
escandalosamente invisibles.

Pero hemos estado siempre en este instante
donde todos los pájaros ensayan una fuga,
donde ensayan esta cúpula que cierra
el tiempo de la ofrenda
                                        y la derrota.

Pero hemos estado siempre en este instante
de palabra ancestral
y desolada,
como inventando un cuadro eternamente
en el espejo turbio de la escena.

De "Un lugar para el fuego" 1985

 



El sueño de los caballos muertos

                                                                                             A Sylvia Plath

La noche esconde espuelas, atesora secretos
para el viajero que se aventura a solas hacia rutas insomnes;
cuando el sueño se acuesta a la deriva
y una embriaguez antigua vuelve a cercar los ojos
-caballos que se despeñan cada noche
y luego recobran vida para volver a suicidarse- .

Alta bóveda abierta
sobre la cicatriz que deja el golpear de los cuerpos remotos
y el galopar penúltimo pradera adentro,
semejante al ruido aquel de las puertas abatidas contra el otoño.

Y preguntar a dónde van cada día sus ojos aún calientes,
el alucinado mirar de los adioses
si desde algún lugar
suplicando su gemido inaudible.

Por la grieta del aire
-cerradura del mundo donde la muerte acecha
apostada en el umbral del sueño útil-
el galopar de los caballos que van a despeñarse
y caen desfiladero abajo,
arrastran la impotencia,
la ingravidez de mis muslos apretados.

Por el alma se adensan los recuerdos en ámbar,
la resina que desprenden pesadillas de entonces,
sólidas como la sangre del cristo crucificado
donde se clavaban mis ojos de niña al salir de la siesta;
gigantescos helechos golpeándome el rostro
mientras mis manos temblorosas apartaban las nubes
para encontrar el mundo
que nunca estaba al otro lado de la niebla.

Detrás vendrá el abismo con su imán desatado,
presiento en el galope su voz más poderosa:
la palabra embrujada, las palabras rotundas
y el galopar constante en los cristales,
su galopar constante...

Luego el vacío, el cenit.

Por la órbita de los caballos muertos
un sopor sin escrúpulos me conduce hasta el alba.

De "Memorial de Amauta" 1988

 

 

Hacia los afluentes

Esta misma quietud
la reconoces,
el lecho de la luz,
esplendor del estío,
y tu pálido cauce adolescente,
la imagen aún borrosa del clamor y de la yerba.
Como un vaho transterrado
                              de las fiebres antiguas,
sube todo el silencio
                              deshojando tu cuerpo.
Este bosque de sauces
que fuera tu dominio,
es hoy el cementerio
                              del yo que le entregaste.
Mirando hacia esa loma
                              descubriste el deseo
y el principio de ser memorial abrasado.
Esta misma quietud
                              la reconoces,
fugaz y transitoria
la voz del epitafio;
y es todo lo que ha muerto
                                                  el ayer navegable.

De "Memorial de Amauta" 1988

 

 

Imán de ti

                                                                             Tengo una atmósfera propia en tu aliento
                      La fabulosa seguridad de tu mirada con sus constelaciones íntimas".
                                                                                                                               Vicente Huidobro


Cuando te pienso se desatan atractores extraños,
mi cuerpo se desplaza,
se hace trizas en todas direcciones para encontrarte.
Y así vuelvo a nacer cuando te abrazo.
En el microclima de tu piel
mis briznas se conjugan con verbos desconocidos,
se recomponen
lejos de las palabras párvulas y huérfanas.

Así vuelvo a nacer
con los poros imantados de ti.
Tu piel tira de ellos en la distancia.
Hundo mis pies en tu océano,
me abandono a la química de las pasiones,
y a un solo movimiento tuyo
se ordenan mis hormonas, mis células, mis glándulas,
en el concierto del deseo sin ataduras
                                                                              ni sintaxis.

Y creo más en ti
que en el silencio sobrecogido de las catedrales.
Contigo sobrepaso el umbral de todas las incertidumbres,
en ti el cobijo, el dintel,
mi bóveda, mi ménsula, mi arquitrabe gozoso,
me edificas, me construyes, me sostienes.

El metropolitano ruge debajo de mi casa
como un dragón de horario estremecido
y yo me protejo en la fortaleza de tus extremidades,
vadeo un río toda la noche para buscar el refugio de tu origen.

Tú mi atmósfera, mi espacio abierto
para entrar y salir sin centinela.
Traes un aire nuevo entre tus labios
y ya no sé respirar fuera de ti.
Cuando tú no estás
el cielo detiene sus hélices de plomo,
se enrarecen las palabras
                                     y no saben decirte.

De "La sed del río"

 

 

Itaca no existe

Tres vueltas de llave y un olor a silencio,
la luz súbitamente estrangulada en el lecho sin fondo
y la humedad de quince o más otoños
y esta locura
y esta oscura gangrena de embriagada penumbra,
tres o cuatro macetas con esquejes de olvido
o esa vela gastada en noche de tormenta.

Las puertas columpian el llanto de sus goznes.
Hace ya tiempo que no hay golondrinas al borde del tejado.

Asciendo lentamente
                                     aquella escalera de los sueños freudianos,
subo a los altares mínimos
                                              de mi propia insuficiencia.

¡Cuánto ayer empozado,
cuánta breve mortaja,
cuánto leve recuerdo!

Sobre la cal de esta pared escribo un verso:

He regresado y nada me esperaba.

Quizá se vuelve como a la patria o al padre
con un algo de herida
y esa ansiedad de no reconocerse en los viejos espejos.
Quizá se vuelve tarde,
se vuelve ya sin tiempo.
Desde el suelo
una muñeca muerta me contempla,
                                            -una muñeca serenamente muerta-

Me alejo
con la desagradable sensación de haber profanado una tumba.

De "Un lugar para el fuego" 1985

 




Para siempre

El viento insiste,
se arrastra por el débil dintel de mi ventana;
rarefacto reptil, anhélito de ausencia
para la incertidumbre clandestina de la hoguera,
el fuego vertebral que nos rotura
y nos abre en el alma una intemperie.

Ahora que lucho con mis párpados
para trazar un credo perdurable,
un sortilegio a solas para mi corazón telúrico afiebrado,
un sortilegio eterno a las tres de este sueño incontenible,
un verso más para tu duda,
un verso más hacia poniente.
Para siempre
Para siempre
extiendo las claves,
cifro y descifro los símbolos a solas,
la palabra que tú me has enseñado.
Abro violetas
columnas
cúpulas
arquitrabes
mi credencial escueta,
el texto apresurado,
enciendo lunas y velas al pie de las estatuas
y esa canción que es mía,
ese sonido que tú me has inculcado.
Y este metal pequeño que beso a cada instante,
este gesto precioso de callada ternura
que avente la ceniza
y siga siendo llama para siempre.

De "Un lugar para el fuego" 1985

 

 

Patio interior

Patio interior.
Un niño pronuncia notas de saxo,
notas de níquel y nácar
para interiores urbanos.
Desde el sexto se precipitan
sonidos de Pork Pie Hat.
Un niño llora canicas blandas
sobre las horas de hormigón:
aullido en cuatro metros
                                           patio interior
                                           cuadrado.

En el quinto visillos sin persianas,
                                                        esquejes de geranios,
                                                        ollas express
zumbidos bullir de aspiradores.

En el cuarto las pilas anuncian detergentes.
La mujer del tercero iza las velas
en la tercera ventana.

El gato negro ensaya por séptima vez
el salto al vacío.
Un sol de mayo indescifrable
                  baja a suicidarse en las antenas.

A treinta metros
otro niño contesta notas de saxo,
enredaderas blancas, interiores urbanos.
Desde el sexto se precipitan
sonidos de Pork Pie Hat.
Un niño llora canicas blandas
                                                  cuatro metros
                                                  patio interior
                                                  cuadrado.

De "Dados y dudas" 1996

 

 

Ritual de violetas

                                                         "Las violetas son las sonrisas de los muertos"
                                                                                                                               J. P. Toulet


Antes de que salga el sol
llegamos a la profundidad del bosque.
Es tanto el silencio que da miedo cortarlo,
olvidamos el cuerpo que nos une a sus pliegues.

La noche quiere regresar hacia su origen,
nos desvelamos como niños cansados de soñar.
No hace frío esta mañana en el corazón,
la penumbra nos mira de un modo diferente
pero también con la serenidad de la costumbre.

Ya hemos estado aquí,
en esta ceremonia solitaria y secreta,
la misma montaña piensa en los ausentes,
algunos pájaros susurran nuestros nombres.
Su color improvisa un jardín diminuto,
asombrosa intimidad de las cosas pequeñas.
El musgo que amortigua nuestros pasos
para que no despertemos a su duende.

Ya hemos estado aquí,
en la misma ofrenda inmóvil de la escarcha.
En un tiempo de cobijo sin retorno
la luz en duermevela desdibuja los ojos.
Es humilde el tesoro que enterramos,
apenas las semillas de un destino más grande,
violeta eternidad,
escribimos con flores un edén necesario.

De "La sed del río"

 

 

Sin razón

He interrogado hasta el amanecer al pozo
de las preguntas. Es mentira que el corazón
sepa decirse mejor en esa sombra.

He interrogado a la memoria y al camino,
y al cielo turbio que coagulaba dudas.
Pero no bastaba crecer en los escombros
del verbo, ni formular la cicatriz reciente.

Un paisaje de puertas: entran y salen
las mascarillas de la muerte. Un paisaje
de paredes que respiran, de paredes
taladradas por sus ojos insomnes.

Busca inútilmente
el rostro y su verdad, para que el miedo
aprenda a descifrar más despacio los pasos.

Una respuesta bastaría para narcotizar
la angustia, o el sopor de ser
gota a gota un espectro.

Buscas las piezas del puzzle
que faltaban, amontonas los trozos
pero se quedan fuera los detalles.
Una respuesta sólo bastaría...
Pero en los pasillos de la noche
sólo escuchas ese ruido de pies
acostumbrados a arrastrarse
hacia los desiertos.

De "Lázaro se sacude las ortigas" 2005

 

 

Tótem I

Entre
tótem y
autómata,
una zozobra
de marioneta,
virutas de tiempo
invisibles hilos
de oro tiran
de ti hacia
los bosques
sagrados de los druidas. Desde los serbales milenarios,
el muérdago llega hasta tus brazos, se hace resina y ritual
para ahuyentar a la muerte. Entre
tótem y autómata la puerta propicia
para cambiar de ángel, el gigante
de Cerne Abbas tumbado en el campo
de Dorset, las estatuas de Rapa
Nui, vigilando la Isla de Pascua,
los cuerpos silueteados al abrigo
de las rocas, los monigotes de la
infancia y la caverna, y los robots
que aprenden a mirarte. Entre tótem
y autómata el espantapájaros
crucificado en la inmensidad del
trigo, el que siempre te espera
allí donde todo lo modela el viento
y tus pasos de niña no se apagan,
tu icono y escondite y madriguera.

De "Tótem espantapájaros"

 



Tumba de pájaro

La hierba fulgura más verde que anteayer
y me he acercado.
Al abrigo de los matorrales
un pequeño jardín se sabe dulce alegoría de la muerte.
Como entonces se escucha
                              un sonido encandilado de élitros
y el viento norte pasa diciendo que no hay nadie.
Veo ahora una niña antigua,
me reconozco en sus dos manos lentas
mientras pliegan las alas mudas en un hueco de tierra
y se inventa una oración
que habla de libertad y cielo azul para mañana
y dice algo de volar muy alto
mientras pasan las yemas de sus dedos
                              modelando una tumba.
Las mismas yemas de mis dedos
                              después de veinte años,
húmedas entre la hierba certifican:
                              no hay cicatriz ni sombra cíe la herida.
Cuando levanto la vista
                              la niña se ha marchado.

De "Un lugar para el fuego" 1985

 



Un instante en relieve. En el cielo el ala...

Un instante en relieve. En el cielo el ala
del relámpago, la tarde turbia de aquel verano.
Punta Galea, una chispa fugaz en las pupilas
de vuelta a casa.

Y la inquietud del verso inacabado en el sendero,
abierto el surco de su suerte.
Acaso todavía aquel mar
salpica palabras
de fragua hacia tus ojos.

De "Dados y dudas" 1996

 

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