"Hoy quisiera enfrentarme con la página blanca
    como se enfrenta un joven con su primer amor."



"Desnudo, hojas verdes y busto"

Pablo Picasso

 

 

 

Reseña biográfica

Poeta y ensayista español nacido en Granada en el año de 1950.
Licenciado en Filología Románica por la Universidad de Granada, en 1983 se doctoró en la misma universidad con una tesis calificada como "Sobresaliente cum laude". Actualmente reside en Málaga  y trabaja como catedrático de Literatura Hispanoamericana.
En 1968 fundó y dirigió en la revista de poesía Tragaluz, y en 1977  la revista cultural Letras del Sur.  En la década de los ochenta formó parte del consejo de redacción de la revista Olvidos de Granada y promocionó junto a Javier Egea y Luis García Montero
la tendencia poética denominada "otra sentimentalidad", conocida unos años más tarde  como "Poesía de la experiencia".
Fue docente en las universidades norteamericanas Darmouth College de New Hampshire, Universidad de California en Los Angeles, y Universidad de Washington de Seattle. Además, ha dictado seminarios y conferencias en varios países europeos y americanos. Desde su fundación en 1992, ha sido miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española de Estudios Literarios Hispanoamericanos, y miembro del consejo asesor de la revista Anales de Literatura Hispanoamericana, editada por la Universidad Complutense.
Parte de su obra poética está contenida en los siguientes volúmenes: "Y..." 1972, Premio Federico García Lorca; "La Mala Crianza" Premio nacional Universitario 1974; "De la palabra y otras alucinaciones" 1975, "Los Cantos de Ilíberis" 1976, "Las Cortezas del Fruto" 1980, "Tristia", en colaboración con Luis García Montero en 1982; "El agua de noviembre" 1985, "La condición del personaje" 1992, "Ahora todavía" 2001 y "La canción del outsider" 2008, Premio Generación del 27.


 


 



Canción del reincidente

Cherchez la femme

Cuando traspira el aire

Descripción de un cuerpo

El impostor

Esas no volverán

Gacela del joven ignorante

Hoy como ayer

La condición del personaje

La rosa de los vientos

Noche del mes de mayo

Penúltimo poema de amor

Ponte Vecchio

Tratado del amor pagano

Y...
 

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Poesía sensual

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Canción del reincidente

uno
no se quita de amar
ni de fumar
uno descansa

son
como treguas que
uno mismo inicia
y donde uno
firma la paz
o acusa la derrota

y mira uno
salir a caminar
sin el cigarro
decir que no
que ahora va de veras

uno que quiere descansar
y uno se sienta
en ese mismo tranco
de una calle
cualquiera
y uno piensa

lo toma uno en serio
casi siempre
uno espera vencerse
y derrotarse
porque uno es capaz
el primer día
uno después
camina sin cigarro
y sin recuerdo uno
se recrea
y se hace fuerte uno
y se autoengaña

uno
marcha y trabaja
sin cigarro
y sin fijarse apenas
en lo otro
uno olvida que aquello
es una tregua

uno
de pronto se tropieza
y uno empieza
y si hace falta reza
y baja la cabeza
y la pereza
y es que ama uno
otra vez
agarra la colilla
y recomienza.

 

 

Cherchez la femme

No penséis en la ausencia,
en el espacio blanco:
el aire
tan sólo transmisor, tan sólo nube,
oculta malla que responde al nombre
de las cosas.

Pensad en la cautela de Odiseo
desde el mástil central en que os halláis sujetos,
ya que sus cantos (los cantos de esas voces)
son vuestros propios cantos
contra vosotros mismos destinados.
Pensad que en vuestro lecho
desprovisto de nombres y sonidos
ha de haber siempre una mujer desnuda.

Y así quizás os baste,
habréis de hallar así la fuerza oculta
de un discurso vacío,
ausente de palabras y de historia.

 

 

Cuando traspira el aire

Quiero escribir un poema
que viva como un cuerpo,
como un cuerpo tendido al sol
como tu cuerpo
                                 desnudo
tendido en el calor
                                       de un mediodía.

Quiero decir
cómo traspira ese poema,
cómo ofrece su piel a las caricias
de la vida que pasa lentamente
montada en una estela de reactor.
Quiero indicar que late,
que palpita,
que tiene un corazón embovedado,
resbaladizo y blando como gato
pero fuerte también; en ocasiones
suele cambiar incluso de postura.
Lo que quiero aclarar
es que el poema
llega a sufrir calor, sudar,
sentir la piel quemada,
desperezarse al rato y dar la vuelta
con la indolencia de la satisfacción.
Ese poema, a veces,
se incorpora,
rojos sus miembros, llenos,
castigados
por la mano del dios que lo acaricia,
alza su rostro, exhibe
la poderosa y tierna geografía.
Y, a veces, el poema
da sus labios
donde la sed se advierte
como un río,
abre los ojos llenos de campanas
y se marcha hacia el borde de la arena
y penetra en el agua
y se refresca.

Quiero vivir un cuerpo
que sea como un poema,
como un poema escrito al sol
como tu poema
                                 desnudo
tendido en el calor
                                      de un mediodía.

Quiero decir...

 

 

Descripción de un cuerpo

I
Un cuerpo es una vida
o un instante.
Tal vez la vida toda
donde buscas
el secreto misterio de tu suerte.
Pero también un cuerpo nos deslumbra
con la honda inocencia del deseo.
Súbito, apasionado,
limpio,
con el fugaz calor de las ofrendas.
Un cuerpo es un instante
o una vida.

Y aunque la vida siga
de un cuerpo desterrada,
y aunque el instante quede
como sombra del tiempo,
al final de la ausencia
te aguardará la imagen
de una hermosa amazona
perdida en el sendero
donde quedó la vida,
donde flotó el instante.

II
Desnuda eres
como el azul del mar,
un mar bravío.

III
En la limpia corriente de tu cuello
se va mi corazón,
y sólo encuentra
arrecifes de miel
banderas de la vida.

IV
Asombra tanta sal en esta cala,
la embestida agridulce de unas olas
que esconden su tesoro de placer y misterio.
Aquí,
en la ensenada
en el canto imposible de las noches de insomnio
yo también me desnudo.

V
Heridas del amor,
flores de carne:
mi cuerpo ese jardín
donde tus dientes siembran
heridas del amor,
flores...

 

 

El impostor

¿Qué beso fue su beso?
¿El que te dió?
¿O el que luego escribió
que te había dado?

 


 

 

Esas no volverán

Que su pasión fue un trágico sainete
lo leímos tú y yo en algunos libros;
la nuestra
que sólo al terminar fue apasionada,
no me parece drama ni opereta.
Los dos tuvimos lágrimas y risas,
yo tengo soledad, tú...
desconcierto.

 

 

Gacela del joven ignorante

Yo no sé nada del Amor,
tan sólo puedo hablaros de mi amada.

Sus ojos son oscuros,
tan oscuros...
que ni siquiera en ellos se detiene
el temblor de la noche.
Su pecho es inocente como un niño,
y su cadera
es el tibio camino que conduce
al jardín de todos mis placeres.
Hay en su boca una promesa herida:
la sazón de la fruta en primavera.

Del Amor nada sé, sólo conozco
el cuerpo de mi amada.

 


 

 

Hoy como ayer

                                                                       A Marga

Hoy como ayer nos vamos a la cama.
Los rostros otros, el cuerpo habituado
más maduro, inútil de saberse formalmente.

Todo transcurre bien.
Yo sé de tu tardanza y de los juegos,
tú de la rapidez y mi torpeza.
Los dos nos aplicamos el contacto
como sabia pareja de animales fecundos
que conocen la muerte
y la meditan...
Los rincones ocultos,
los suaves resortes permanecen
en su dulce lugar, siempre a la espera
de la repetición, del hábito, del rito
de la civilizada suerte que los halle
más allá del bien y del mal.

Todo transcurre bien
cuando el placer como un disparo exacto
nos alcanza.

Y el abrazo
vencido atrás quedó
como testigo mudo
de la perfecta técnica empleada.

Nada es igual que ayer
(tú bien lo sabes).
Así será la vida que nos queda
una templada cópula sin dolor y sin miedo,
quizá...
sin alegría.

 


 

La condición del personaje

Te he buscado por bares y por días
sin saber encontrarte.
Recorrí las callejas de tu barrio
-donde vivo también, de vez en cuando-
y he dejado los rastros de mi paso
por si acaso los vieras, telegramas
que cortejan tu nombre en las aceras.

Te he buscado por noches, entre copas
duras seguramente y excesivas,
esperando alcanzar la madrugada
de tus ojos cachorros: y encontrarte.

He pensado en llegarme hasta tu calle,
preguntar por tu puerta y proponerte
una cita, unas flores, un poema
para tenderme un puente, como entonces
cuando la juventud, y la ilusión, y eso...

Te he buscado en mi agenda y en mis discos
sin preguntar por ti, sin visitarte,
porque a veces los años se parecen
a esas juergas que sólo dan resaca.

Mas, a pesar de todo, te dedico estos versos
no sólo porque hacerlo es un vicio querido
sino porque con ellos quizás pueda mostrarte
la condición que exhiben algunos personajes:
«hombre cansado ya de muchas cosas
con papeles en regla de anteriores afectos
no demasiado joven y sin ningún dinero,
llama a tu corazón. No tiene fecha».

 


 

La rosa de los vientos

Parece un largo adiós,
desde hace meses,
este dejarte sola en los andenes,
estación de autobuses, aeropuertos,
rellanos de escalera...

La vida -según dicen-
a veces se parece a un vuelo con demora,
pero tú, con tus ojos
de niña extraviada en mitad de la feria,
me miras y te marchas
cargada de maletas sin señas ni remite.
Y vuelves (a mirarme
otra vez) a marcharte
como quien no conoce la dirección del viento.

Reina de los andenes, mi pequeña viajera,
cansada de equipaje, pero buscando aún,
nómada de ti misma, no se sabe qué rumbos
donde curar con cuerpos el amor.

Parece un largo adiós,
desde hace años,
este sentirme solo en los destinos,
antesalas de alcoba, barras fijas
pasillos de oficina.

Experto en despedidas que siempre me dolieron,
a vueltas con la vida y su máscara infiel,
bebiéndome las noches amargas, las felices
desplegando velámenes de ausente seducción,
derrotas exhibidas, cicatrices, ojeras,
nostalgias de otros sueños y otra edad.

Por eso, mi pequeña viajera impenitente,
este viejo corsario de los mares profundos
puede ofrecerte aún su tesoro más dulce:
una escondida playa al abrigo del mundo
-que no exista en los mapas ni en las cartas de viaje-
donde encuentre refugio después de cada envite,
desnudo y renovado,
tu joven e indeciso corazón.

 


 

 

Noche del mes de mayo

Quizá esta noche nos descubra nuevos,
a ti desnuda
y yo
vestido por la vida,
desnudo entre las luces
que proyecta tu cuerpo adolescente
sobre la triste sombra de los años.

Quizá esta noche nos descubra nuevos,
más sabia tú
y yo
con los ojos heridos,
con la mirada abierta
hacia el placer de verte y contemplarme
una vez más la piel enamorada.

Quizá esta noche nos descubra otros,
de diosa tú
y yo
de príncipe valiente que desvelara un sueño.

 

 

Penúltimo poema de amor

Hoy
cuando ni el corazón
ni esas torpes pasiones que suelen llamar bajas
lo esperaban,
has despertado en mí
el deseo de escribirte algunos versos.

Versos de amor, sin duda,
porque besos, caricias escogidas,
quisiera yo envolver con mis palabras,
hacértelos llegar por vía urgente
y acuse de recibo.

Sin embargo, amor mío,
inesperado amor de media tarde,
en este frío septiembre
al que mi vida aboca sin remedio
comienzan a pesarme los excesos
y siento haber escrito demasiadas palabras,
haberme desvelado en demasiados poemas
sobre todo de amor.

Y no porque el amor sea de esos temas
que al cabo no merecen los desvelos,
sino porque el desvelo que procura
debiera ser, al fin, vigilia de la vida,
nunca simples palabras
arrancadas al vuelo de una vana ilusión.

Comprenderás, entonces,
que hoy no pueda cantarte
con versos semejantes
a los que ayer usé,
palabras ya cansadas de tanto imaginarte,
de tanto confundirte en noches de pasión.

Hoy quisiera enfrentarme con la página blanca
como se enfrenta un joven con su primer amor,
y hacer de este poema un punto de partida,
un punto sin retorno, un lugar que recoja
los poemas posibles,
aquellos que hace tiempo escribí sin mesura
y todos los que quiero no tener que escribirte,
olvidando esos versos fugitivos del tiempo
-naipes al aire hoy, ayer vanos castillos-,
en donde siempre, siempre, con cruel insistencia,
el eslabón más débil
ha resultado ser el corazón.

 

 

Ponte Vecchio

Bajo los pies...
                              el agua,
la corriente que lenta se desliza y suave
nos abraza y nos ama.
Y desde atrás...
                                 el aire
que como fiel amante limpia de cal el cielo,
la silueta crispada del orfebre,
el eterno homenaje que a Benvenuto hicieron los dioses y la historia

Indiferente miras los adornos,
la mercancía que dora el sol
y arranca
los velos del amor y la ilusión del tiempo,
                                                                                       del recuerdo.

Con indolencia pisas las baldosas
y a los labios acercas la ceniza
de la alucinación, la dulce brasa
que en tus manos ha puesto el joven camarada.
Y de repente sientes
que otra nueva belleza invade tu pupila
a la par que su música seductora te acoge
en la inquietante bruma de la felicidad.
¿Te llamas?
-Beatrice- dicen, desde el amor.
No huyas.

 


 


Tratado del amor pagano

Si en batalla de amor sientes derrota
no pienses en morir, porque en la muerte
nadie vence ni pierde, sólo ocurre
que te vas, que te irás, que ya te has ido.

Y si a la vida arrancas sus pudores
comprenderás quizás, pues la batalla
te acecha en el portal, en la salida
al descansillo ruin de tu destino.

No hay guerra en el amor...
Tan sólo miedo.

 

 

Y...

Y si cada mañana
el miedo se cruzara entre las sábanas
     azules de mi lecho
como disfraz pereza traslucida
     de recuerdo
y de escarnio, tal vez,
o de fracaso.

Y si en las doce
quizás del mediodía, noche tal vez o noche
     simplemente
no hubiese más cerveza ni rostros familiares
     apretones
de manos que salvan nuestras vidas.

Y si mis labios
faltasen a la cita plenos de libertad
     como
un descuido tuyo, sin más,
     Amor
como un despojo en cada primavera.

Y si frente al adiós o entre las cuatro
paredes de mi cuarto
     una mañana
desnuda y poseída, al fin,
     mi alma
Amor, marcase los caminos:
la esquina de la vida,
     Amor
una mañana...
frente a las cuatro paredes
o al adiós, etcétera.


 

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